Enigma 98

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Por Román Ceano

En Junio de 1942, algunos meses después del naufragio, Lemoine dio señales de vida. Tras su negativa a ser evacuado a Argelia, había llevado una vida de semiclandestinidad con su mujer en diversas localizaciones de la Costa Azul, siempre en escondites confortables cuando no lujosos.

En ese momento estaba alojado en el hotel Splendid de Marsella. Había contactado con el prefecto de esa ciudad porque sabía que formaba parte de la red de Paillole. Quería que este último autorizase una operación. Un holandés llamado Marang, que había trabajado para el Deuxieme Bureau antes de la guerra, le había dicho que los alemanes no le buscaban y que si quería visitar París, no le detendrían. Lemoine pedía permiso para ir a París a espiar por cuenta de la organización de Paillole.

Paillole quedó horrorizado. Un subordinado suyo le había avisado de que Marang era un agente de Weygand, el oficial encargado por Canaris de capturar a Lemoine (y sin ninguna relación con el general francés Maxime Weygand, al que nos hemos referido en otras partes del texto). Hacía tiempo que Canaris -el director del Abwehr- había decidido que Lemoine era la clave para descubrir las misteriosas filtraciones experimentadas por el alto estado mayor alemán. Por ello había centralizado todos los trabajos de búsqueda en el agente Weygand y le había encargado que le capturara a toda costa.

Con gran astucia, Weygand había reclutado a Marang y había urdido aquel plan que ahora Paillole comprendía en toda su extensión. Cursó una orden inmediata de búsqueda y captura contra Marang por ser agente del Abwehr. Desgraciadamente, para entonces éste ya se había refugiado al otro lado de la línea de demarcación.

Tras consultar con Rivet y Perruche, Paillole se entrevistó con Lemoine. Él sabía que la percepción de Canaris era correcta. Si los alemanes capturaban a Lemoine, les sería fácil sonsacarle la identidad de Hans Tilo Schmidt. El riesgo de que ataran cabos y descubrieran el descifrado de Enigma era altísimo.

En la entrevista con Lemoine, Paillole le ordenó que abandonara Francia de forma inmediata y se dirigiera a Argel. Lemoine adujo que debía vigilar sus negocios, ya muy perjudicados por la guerra, que su mujer y su familia no podrían vivir con comodidad en el norte de África y sobre todo que su mala salud no le permitía viajar. Esto último fue lo que convenció a Paillole, porque Lemoine parecía muy envejecido y no paraba de toser.

Paillole decidió enviarle a un pequeño pueblo en el Pirineo llamado Saillagouse, muy cerca de la frontera española. El jefe de la gendarmería formaba parte de la red del Deuxieme Bureau y le vigilaría. Paillole le dió la orden directa a Lemoine de no contactar con nadie de ningún servicio secreto y permanecer oculto. En caso de que los alemanes ocuparan el sur de Francia, debía cruzar la frontera de manera inmediata.

Lemoine se adaptó muy bien a la vida en el pequeño pueblo de montaña. Por la mañana daba largos paseos con su mujer por los alrededores, por la tarde participaba en partidas de petanca en la plaza y por la noche jugaba a las cartas en el café. Además de estas actividades públicas, se convirtió en uno de los nudos del mercado negro local. Los veraneantes se fueron acostumbrando a abastecerse a través suyo y él utilizó este poder de compra para organizar operaciones de cada vez mayor envergadura, algunas de las cuales incluían viajes a Llivia o a Puigcerdà.

En agosto de 1942 los rumores sobre la inminencia del desembarco en el África francesa eran cada vez más insistentes. En septiembre, Bertrand viajó a París a entrevistarse con Max, que le confirmó que los alemanes estaban estacionando tropas en la línea de demarcación. En caso de que los aliados consumasen la invasión del Magreb, invadirían el resto de Francia. La percepción del Alto Mando alemán era que tener a los aliados al otro lado del mar obligaba a controlar la costa Mediterránea.

Bertrand sabía mejor que nadie que el desembarco era sólo cuestión de tiempo. Comunicó con la estación Y (Londres) la información que traía y pidió un plan de evacuación. Le aconsejaron que tratara de alcanzar Argel con todo el equipo y esperara allí a que la ciudad fuera tomada.

En caso de que eso no fuera posible, le daban tres puntos de evacuación en la costa para que en el último momento eligiera el más conveniente. Cada uno tenía una palabra clave asociada, que debía radiar junto con la fecha cuando hubiera tomado la decisión. Habría una máximo de 20 plazas. Él y su mujer serían evacuados posteriormente, a ser posible por vía aérea. Recibiría un preaviso de los desembarcos mediante la frase “La cosecha es buena”.

Bertrand comunicó a Langer la circunstancia y elaboraron un procedimiento detallado para cerrar la estación Cadix, ocultando o destruyendo cualquier indicio de su existencia. Planificaron las rutas de escape de cada grupo y repartieron la documentación falsa.

A mediados de septiembre, Paillole fue convocado a la sede del ministerio de la Guerra en Vichy. Viajó desde Marsella y fue recibido por un enviado especial del almirante Darlan, que a su vez era la mano derecha del Mariscal Petain. Al principio Paillole pensó que iban a detenerle, ya que pocos días antes los alemanes habían forzado la detención de varios miembros del departamento de Trabajos Rurales sospechando -correctamente- que formaban parte de una red que trabajaba a favor de los aliados. Estaban en prisión acusados de alta traición y Paillole estaba trabajando en secreto para intentar salvarlos. Además quería transferir los que no estaban detenidos a una nueva estructura camuflada dentro del ejército francés.

El enviado de Darlan no quería detenerle, sino encargarle un trabajo confidencial. Le dijo que Rivet era sospechoso de estar implicado en la red descubierta y que por ello no debía informarle de nada. Los alemanes iban a ser autorizados a introducir en la zona no-ocupada varios equipos de la Funkabwehr –la agencia alemana para la vigilancia del espectro- para que pudieran neutralizar cuatro emisoras ilegales. Se sospechaba que esas emisoras transmitían a los Aliados información obtenida por las redes clandestinas.

La misión de Paillole sería facilitar el trabajo de los alemanes y ayudarles en todo lo que pudiera. Debía contactar con los prefectos de las regiones que la Funkabwehr quisiera visitar y decir que se pusieran a las órdenes de los alemanes, dándoles protección así como suministrando matrículas francesas, documentación, salvoconductos y todo lo que solicitaran.

Paillole conocía perfectamente dos de esas emisoras. La que estaba situada en Clermont Ferrand estaba operada por sus propios agentes y la otra era la de la estación Cadix de Bertrand. Visitó a Rivet y éste le dijo que cumpliera con lo que le habían pedido, pero naturalmente avisando antes a los afectados para que cesaran las emisiones.

El 23 de septiembre el prefecto de Nimes contactó con Bertrand y le dijo que un equipo de la Funkabwher especializado en la búsqueda de emisoras clandestinas, había llegado a la región para localizar Cadix. Los alemanes habían instalado su base en el Chateau de Bionne, cerca de Montpellier. El propio prefecto les había suministrado las matrículas y entregó a Bertrand la lista de éstas. Bertrand recibió después una comunicación directa de Paillole y no está claro si el aviso del prefecto formaba parte o no de la alerta ordenada por Rivet. No tiene ninguna importancia, pero Bertrand en sus memorias insiste en que cuando Paillole le avisó, él ya estaba en marcha para neutralizar la amenaza.

Betrand viajó a Montpellier de forma inmediata y localizó el Chateau de Bionne. Realizó una vigilancia de algunas horas y pudo observar doce vehículos diferentes a los que aún no habían puesto las nuevas matrículas. Apuntó modelo y color de todos ellos así como las matrículas que portaban en ese momento. Entregó toda esa información al jefe de los gendarmes de Uzés, para que vigilara si aparecían por allí.

Unos días más tarde, la gendarmería de Nimes le avisó que parte del equipo de Montpellier había establecido una base provisional en el hotel Europa, en la población de Pont-Saint-Esprit, mucho más cerca de Uzés. Bertrand se alojó una noche allí, utilizando su personalidad de viajante de perfumes. Durante el desayuno pudo escuchar las conversaciones de los alemanes, pero resultaron ser sólo trivialidades, sin ninguna orientación operativa.

Betrand estableció en Cadix un estado de emergencia con turnos de guardia las veinticuatro horas del día. Desde los pisos altos, pero sin dejarse ver, rastreaban la carretera con prismáticos, comprobando y apuntando las matrículas de los coches que pasaban. Langer y Bertrand volvieron a revisar los planes de evacuación y establecieron contacto con la red Mack (llamada también F2) de la resistencia para pasar a la clandestinidad en caso de que fallara el embarque.

La forma de comunicarse entre Cadix y Londres consistía en que nunca establecían diálogo. Cuando una de las dos estaciones lanzaba su mensaje, la otra no contestaba hasta al menos media hora después. De esta manera, resultaba imposible que un interceptor relacionase ambas emisiones. A veces, durante la transmisión de un mensaje se cortaba la electricidad, que volvía poco después. En ese momento vieron en eso sólo casualidad, pero seguramente eran los alemanes tratando de localizarles, a base de dejar sin suministro varias zonas consecutivamente y comprobar qué corte coincidía con la interrupción del mensaje radiado.

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