Enigma 93

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Por Román Ceano

Unas semanas más tarde Turing viajó a Washington, donde quedó bajo la tutela del Mayor Geoffrey Stevens, oficial de enlace del SIS en la oficina de Actividades Suplementarias de Comunicación (CSAW), nombre público del OP-20-G, el departamento de criptoanálisis de la marina estadounidense. Stevens le presentó a Howard Engstrom, responsable de la sección M del OP-20-G que era la encargada de construir las Bombas americanas, y a Joe Eachus -uno de los dos oficiales estadounidenses que habían viajado a Bletchley el verano anterior-, siendo agasajados por las chicas de Knox.

Eachus cuidaría de él y organizaría su agenda. En la mayor parte de reuniones participaría también Andrew Gleason, el genio local que compartía el perfil de muchos criptoanalistas de Bletchley. Antes de ser reclutado, había sido unos de los estudiantes de matemáticas más prometedores, solo que en vez de serlo en Oxford o Cambridge, él procedía de Yale.

La misión de Turing en Washington obedecía a una inspiración de Travis, que se la había prometido a un responsable estadounidense -Wenger- para poner fin a los recelos mutuos. El acceso a Turing representaba el acceso al corazón del secreto del desciframiento de Enigma. El problema era que nadie le había dicho a Turing lo que podía decir y lo que no.

Por ejemplo, el cifrado de teletipo en tiempo real era un tema de moda en Washington, ya que la logística a gran escala que caracterizaba el modo de hacer la guerra de EEUU requería una red capaz de soportar un tráfico enorme. Cuando salía a la conversación, Turing no sabía si podía revelar su extenso know-how sobre el teletipo alemán. Turing se había dado cuenta de que sus interlocutores no sabían nada de los desciframientos de Pez y eso le hizo pensar que los ingleses lo habían mantenido en secreto. Para desviar la conversación, cuando alguien nombraba “teletipos” Turing se ponía a hablar de estadística, que junto con el ajedrez, eran los dos únicos temas de que podía hablar sin miedo a decir algo inconveniente.

Paradójicamente, fue por hablar de estadística por lo que fue acusado de indiscrección. Un día estaba sentado con Gleason en un restaurante abarrotado y se pusieron a discutir sobre cómo deducir el número total de taxis en una ciudad a partir de una muestra aleatoria de números de licencia vistos por la calle. La conversación levantó las sospechas del ocupante de la mesa más próxima. Éste creyó que estaban discutiendo secretos militares y les recriminó con malas maneras. Turing le contestó que si el espía era él, se lo podían explicar en alemán. Resultó que era un veterano de la Gran Guerra y se ofendió terriblemente.

En las reuniones con el personal del CSAW se notaba mucha tensión. Los acuerdos de alto nivel no podían borrar de un plumazo la historia de desplantes mutuos. Los ingleses habían intentado ocultar el desciframiento de Enigma a los americanos durante meses, incluso cuando EEUU ya habían entrado en la guerra. Finalmente, el verano anterior, durante la visita de Eachus a BP, habían entregado un plano de la Bomba. Ahora se había creado una nueva tensión, porque los ingleses querían que las Bombas americanas trabajaran con menús enviados desde Inglaterra y reportasen allí sus resultados. Ni qué decir tiene que los americanos consideraban esta idea un insulto y estaban montando su propio departamento de creación de menús con Gleason en el papel de Turing.

La hostilidad de la marina contra los servicios secretos ingleses era notoria, pero no llegaba al nivel de odio ancestral que mostraban contra el ejército de tierra de su propio país. Ambas organizaciones competían entre sí, no compartiendo información y enviando delegaciones a BP de forma independiente. El propio Stephenson había mediado a veces entre ambas. Turing había sido invitado por la marina, por lo que apenas tuvo contacto con la Rama Especial, la organización gemela del OP-20-G dentro del ejército de tierra. Se enteró de que planeaban construir una Bomba sin partes móviles a base de relés eletromecánicos, pero no llegó a discutir los detalles con nadie.

Los EEUU no sólo disponían de una industria pesada colosal y de una reserva inagotable de hombres en edad militar. En sus empresas trabajaban auténticas legiones de ingenieros reclutados entre los más brillantes de cada generación, que contribuían a la guerra desarrollando tecnología a paso de carga. Ya desde mucho antes de que empezara la guerra, el gobierno había contactado con varias de estas empresas para que se pusieran al servicio del país mediante sustanciosos contratos y/o financiadas por fundaciones.

El entusiasmo resultó contraproducente, y el primer intento de hacer un gran salto en tecnologías de la información se estrelló por exceso de ambición. Un pool de grandes empresas (IBM, General Electric y los Bell Labs de AT&T), trabajando junto con varios departamentos del MIT y financiados por la fundación Rockefeller, habían acometido la construcción de una familia de aparatos que sacara partido de la incipiente tecnología de realizar cálculos, búsquedas y operaciones lógicas mediante circuitos eléctricos. En lugar de utilizar relés, se pretendía utilizar válvulas, también llamadas en la época “tubos de gas”. La ingeniería de estos dispositivos era muy complicada y los problemas prácticos hicieron que el dinero se acabara sin que los prototipos llegaran a funcionar.

La marina había puesto muchas esperanzas en el proyecto y sobre todo en un aparato llamado Comparador, que pensaban podía usarse para criptoanalizar cualquier cifra gracias a sus circuitos variables y su altísima velocidad. Por ello cuando la fundación Rockefeller se retiró, la marina retomó por su cuenta la financiación, involucrando ahora a Kodak, que aportaría la tecnología de microfilm para almacenar la información a largo plazo.

Antes de que el desarrollo llegara a ninguna parte, una remodelación burocrática agrupó todas las investigaciones tecnológicas en un solo comité, y retiró a la Sección M del OP-20-G del proyecto. Este comité abandonó el trabajo sobre criptoanálisis y dirigió la investigación de computadores de válvulas hacia el cálculo balístico para tiro a larga distancia.

Éste era el contexto cuando a principios de 1942 la sección M empezó a trabajar en una Bomba para atacar la Enigma de cuatro ruedas. Siguiendo con la idea de que las válvulas eran mejores que los sistemas electromecánicos, Engstrom volvió a contratar al grupo del MIT que había trabajado en el Comparator. Ante la negativa inglesa a dar información concreta, estos ingenieros trabajaron a ciegas y sin estar familiarizados con los algoritmos.

Prepararon un borrador de diagrama de una Bomba que utilizaba más de 20.000 válvulas. Las válvulas consumían una gran potencia, disipaban mucho calor y al situar muchas en línea se requería trabajar con voltajes tan grandes que resultaban mayores que lo que cada lámpara podía soportar. Eso había hecho fracasar el proyecto de la fundación Rockefeller y Ensgtrom pensó que volvería a pasar lo mismo.

El MIT tenía mucho contacto con la empresa NCR, que le proporcionaba donaciones y becas a cambio de tener acceso a sus experimentos. Esta empresa estaba intentando migrar toda su tecnología electromecánica a válvulas. Engstrom le presentó el borrador de Bomba a Joseph Desch, director del Laboratorio de Investigación de NCR.

Desch era famoso en los ambientes de ingeniería por haber creado con válvulas un contador capaz de contar a una cadencia de 1.000.000 de pulsos por segundo. Sus modelos anteriores –mucho más lentos- habían sido usados para equipar tubos Geiger-Mueller en experimentos universitarios de fisión del átomo, pero el uso concreto de su super-contador no se conocía. Sólo se sabía que formaba parte un proyecto secreto de carácter militar porque los contratistas que lo habían encargado a NCR iban de uniforme.

Desch tenía mucha experiencia en válvulas y sobre todo en los problemas que daban. Las que usaban sus contadores las fabricaba él mismo y su firma aparecía en la mayoría de patentes. Confirmó a los expertos del MIT que 20.000 válvulas de las que era posible fabricar no podían montarse juntas, por lo que todo el proyecto era inviable. Lógicamente fue tachado de retrógrado y presionado para que siguiera adelante. Las velocidades de reacción de las válvulas eran tan impresionantes que nadie podía sustraerse a la sensación de que cualquier otra cosa estaba obsoleta.

Mientras discutían y Desch intentaba hacer entrar en razón a los tecnólogos de despacho, Eachus regresó de su productivo viaje a Inglaterra. Traía una fotocopia de los auténticos planos de la Bomba inglesa de Whelchman, Turing y Keen. Desch los estudió a fondo y creó un diseño mejorado, pero olvidándose de las válvulas y relés. Pensaba utilizar la misma tecnología electromecánica que había dado tan buen resultado en Inglaterra pero incrementando extraordinariamente la velocidad de las ruedas. El OP-20-G firmó un contrato con NCR para que esta empresa construyera Bombas que pudieran operar tanto contra la Enigma de tres ruedas como contra la de cuatro.

Aunque Desch había forzado un paso atrás tecnológico, los planes no dejaban de ser colosales. El contrato era para fabricar 336 Bombas para que se pudieran probar todos los órdenes de ruedas de una sola vez. Cada una de ellas sería 26 veces más rápida que la original inglesa. Los criptoanalistas de BP que fueron informados del diseño no habían estado de acuerdo con el concepto de probar todos los órdenes a la vez, pero se habían abstenido de discutir porque la idea de disponer de más de 300 Bombas de una tacada era tan seductora que los motivos por lo que se hiciera eran lo de menos.

Los ingleses pensaron que una vez las Bombas estuvieran en operación, los responsables descubrirían ellos mismos que era más razonable hacer grupos pequeños para que unas trabajaran mientras otras eran programadas, evitando así la necesidad de un ejército de operadores para programarlas todas a la vez. Sin embargo, en las reuniones de Washington,Turing descubrió que deberían haber sido más enérgicos. La necesidad de que las Bombas fueran mucho más rápidas incrementaba tanto la velocidad de giro de las ruedas que los ingenieros habían decidido reducir el diámetro de las que debían ir a más revoluciones -las más exteriores- para minimizar el esfuerzo dinámico.

Por tanto las ruedas no se podían intercambiar libremente, ya que para cada cableado había ruedas de los tres tamaños. Para poder usar las Bombas en grupos más pequeños que compartieran configuración había dos soluciones. O bien fabricar ocho ruedas por bomba y posición –una por cableado-; o bien organizar procedimientos donde las ruedas no estuvieran asociadas a una bomba concreta, sino que fueran rotando según las necesidades de diámetro y cableado. Esta segunda opción convertía la operación en un jeroglífico tal que incluso a Turing le pareció inabordable.

Otra característica de la Bomba americana que no gustaba nada a Turing era la forma de hacer la comprobación de la configuración de panel (stecker). En la versión inglesa, esto se hacía antes o después de escanear todas las posiciones con la Bomba. En la máquina americana se había unificado todo el procedimiento.

Tras cada positivo se hacía retroceder las ruedas hasta la posición en que se había disparado la parada (ya que las ruedas tardaban en frenar). Una vez las ruedas habían regresado, se daba electricidad una por una de las letras de la entrada con la Bomba parada. En una impresora quedaban escritas las letras que podían estar cruzadas con el panel en caso de que aquella fuera la configuración correcta. Esto hacía que la máquina fuera completamente automática y que bastara introducir en ella el menú, pulsar start y esperar para obtener toda la información posible.

Turing estaba muy preocupado porque decía que cuando las ruedas fueran a toda velocidad, la súbita y brutal inversión del movimiento estropearía los engranajes o por lo menos reduciría mucho su vida útil. Engstrom estaba de acuerdo con él, lo cual hacía que la cuestión dejara de ser un tema de mera rivalidad nacional.

Tanto si la idea surgió durante estas conversaciones, como si ya estaba previsto previamente, el 21 de Diciembre, Turing viajó a Dayton (Ohio) a visitar la fábrica de NCR donde estaban construyendo las nuevas Bombas estadounidenses. Le acompañaron el Mayor Stevens como oficial de enlace, el teniente Eachus que era su guía estadounidense, el Teniente Comandante Emgstrom como jefe de la sección M y el Comandante Werner responsable del OP-20-G.

A causa del atroz invierno que se abatía también sobre el continente, el tren nocturno Washington-Dayton sufrió un retraso de seis horas. Llegaron a las dos de la tarde, con lo que todo el programa de la visita quedó alterado. Les recibieron Joseph Desch y el capitán Meader, responsable del laboratorio de la marina. Este laboratorio con todo su personal se había trasladado a Dayton y tenía un edificio alquilado dentro del recinto de la fábrica de NCR. Más que una fábrica era un enorme campus, con varios edificios enormes para la producción a gran escala así como numerosos edificios que albergaban laboratorios y servicios auxiliares.

Turing trabó rápidamente conversación con Desch sobre el tema de las reversiones tras las paradas. Éste les condujo a un taller en que estaban probando los engranajes y les mostró como había logrado que cambiaran de dirección de forma casi instantánea. Ni Turing ni Engstron quedaron convencidos.

Desch era hijo de una familia de inmigrantes alemanes que tenían un taller de construcción y reparación de carros. Se había pasado toda su infancia viendo a su padre y a sus tíos construyendo y reparando carros. Antes de ir a la universidad ya sabía soldar, serrar, pulir y hacer todo tipo de trabajos manuales profesionales. No le hacían falta opiniones sobre qué podía aguantar un engranaje y qué no.

Lo que sí le preocupaba era la relación entre la calidad del menú y el número de paradas. Había estado trabajando a fondo en el problema y había descubierto que la estructura de las conexiones entre las letras deducidas del análisis de la palabra probable afectaba mucho al tiempo de prueba. El número y tamaño de los bucles –trasunto gráfico de la estructura de ciclos de la combinación alfabetos que reflejaba el menú- determinaba el número de falsos positivos. Con menús sencillos de pocas letras y sin bucle, habría cientos de paradas por falso positivo.

El sistema de Desch de comprobación del stecker durante las paradas hacía que estas fueran muy largas, por lo que tan sólo los menús de dos bucles permitían rentabilizar la superior velocidad de la máquina. Turing no pudo menos que admirar la soltura con la que Desch podía conversar sobre algo que muy pocas personas podían ni siquiera comprender. El tema le resultaba interesante, porque podía argumentar que los menús ingleses serían mejores y defender la idea de que el OP-20-G trabajase con ellos.

La forma en que Desch había montado el tablero diagonal revelaba un gran ingenio y un profundo conocimiento del funcionamiento del ataque a Enigma mediante la Bomba. Gracias a eso los menús no se programaban mediante latiguillos sobre un panel, sino con interruptores. Era por tanto posible crear grupos de Bombas a las que se introduciría el menú desde un solo panel de interruptores, haciendo que una sola persona pudiera programar en pocos minutos los menús de 300 bombas. Esto eliminaba la necesidad del ejército de operadores que la tecnología inglesa de latiguillos requería para operar con grupos grandes de Bombas.

El montaje de las escobillas de contacto y el control de los errores causados por éstas causaron admiración en Turing. En cambio el tema de las ruedas de varios tamaños se confirmó una mala idea, porque se veían obligados a desarrollar tres tecnologías de escobillas de contacto, etc... a causa de esa elección.

En Inglaterra dos equipos diferentes estaban trabajando en crear Bombas de cuatro ruedas. Por un lado Doc Keen y su equipo de Letchworth, que tras un primer fracaso durante la primavera de 1942 con el prototipo de nombre clave Gigante estaban ahora creando un nuevo modelo. Por otro lado, el departamento de investigación en Dollis Hill simultaneaba la construcción de la Robinson para atacar Pez con un proyecto llamado Cobra de creación de una Enigma de cuatro ruedas ultrarrápida.

Turing sabía que ambos se habían encontrado con problemas en los diseños de las escobillas. El tiempo de contacto es crítico y a medida que aumenta la velocidad de las ruedas éste se reduce, y aún más si disminuye el diámetro de las ruedas. Keen estaba experimentando con ruedas de velocidad alternante que iban más lentas durante los contactos, mientras en Dollis Hill trabajaban en contactores de válvulas capaces de reaccionar en la fracción de segundo que duraba el contacto.

Ambos se habían encontrado con efectos extraños en el momento de terminar el contacto. El voltaje hacía un salto o una variación brusca que engañaba a los contactores. Turing se hizo mostrar en un osciloscopio la salida de los contactores de Desch, y comprobó que el corte era completamente limpio.

Aunque a causa del retraso del tren la agenda se había tenido que comprimir, el día había sido muy productivo y ambas partes habían aprendido a admirarse mutuamente. Los estadounidenses se habían dado cuenta de la inmensa sabiduría que subyacía al proceso de confección de buenos menús y la imposibilidad de automatizar el proceso más allá de un cierto punto. Turing comprendió que la superioridad mecánica multiplicaba exponencialmente la potencialidad del sistema y que la Bomba de NCR sería mejor, más rápida y más fácil de operar que la inglesa.

Además, se fabricaría a gran escala, ya que la preocupación de Desch no era sólo que el prototipo funcionase. La necesidad de un diseño que fuera posible fabricar en serie formaba parte integral del proceso de construcción de prototipos. Turing pudo atisbar la magnitud del Leviatán estadounidense y como esa capacidad de producción inmensa tenía su correlato en las grandes series.

Quizás los ingleses -y sobre todo los alemanes por mucho que Turing no lo aceptara- tuvieran una mejor ingeniería de detalle, pero nadie podía pensar a lo grande como lo hacían los ingenieros de planta de las fábricas americanas. La idea de fabricar Bombas a cientos -o a miles si hiciera falta- dejaba a Doc Keen en su taller de Letchworth, tratando de hacer una docena al año, relegado a otra era.

Turing durmió en casa de Desch porque la marina obligaba a todos los visitantes a dormir allí para poder controlarles. El capitán Meader ocupaba la habitación de invitados de forma permanente, por lo que Turing durmió en el suelo del comedor. Al parecer era un chiste recurrente hacer dormir allí a todo tipo de personajes del más alto rango. Desch dijo que tenía una caja llena de fotos de gente importante durmiendo en su salón.

Desch tenía una relación bastante mala con la marina, a pesar de que su empresa trabajaba casi en exclusiva para esa arma. Antes de dar el primer contrato a NCR, la marina había obligado a Desch a viajar a Washinton para pasar una investigación de seguridad. Como tenía antecedentes alemanes, los interrogadores le habían presionado a fondo con técnicas de denegación de sueño, frío, calor y agresiones verbales graves. Al principio se lo había tomado a broma. Una vez que un oficial le estaba escupiendo a la cara el nombre de todos sus parientes vivos en Alemania para que dijera con cuales estaba en contacto, Desch le contestó: “¿Se da cuenta de que usted conoce a muchos más miembros de mi familia que yo y mis tías juntos?”.

Al final se cansó de las agresiones gratuitas y dijo que quería dimitir de su puesto en NCR para irse a otra empresa que no trabajara para la marina. Esto puso fin a los interrogatorios, pero las sospechas sobre él continuaron. A todas horas le seguían por Dayton coches negros o, cuando iba a pie, individuos que cambiaban de acera si se giraba de golpe. Por la mañana siempre había frente a su casa un coche aparcado con dos tipos de traje oscuro con pinta de no haber dormido.

Desch procuraba saludar a todos sus perseguidores cada vez que identificaba uno. Ellos nunca contestaban al saludo y lo miraban torvamente, soñando seguramente con el día en que se descubriera que era un traidor y pudieran ponerle la mano encima. Lo más gracioso para Desch es que la marina le aseguraba que todo eran imaginaciones suyas y que nadie le estaba vigilando.

Turing pasó el resto de Diciembre en Washington. Allí escribió un largo informe sobre su visita a la fábrica de NCR en Dayton, que entregó a Stevens para que lo hiciera llegar a Travis por el canal secreto que unía Nueva York con Londres a través de Toronto. En el informe Turing se mostró algo condescendiente con los americanos, pero denotando su impresión de que estaban haciendo un excelente trabajo.

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