Enigma 72

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Por Román Ceano

Hardegen y el resto de capitanes pasaban el día en alta mar a altura de periscopio mirando como los barcos de guerra americanos navegaban a toda máquina durante sus “patrullas muy agresivas”. Al caer la noche, subían a la superfície, se acercaban a la costa y sembraban el caos. Muchas veces no hacía falta ni disparar torpedos, sino que hundían los barcos solitarios con el cañón de cubierta.

La situación era ideal, puesto que no sólo los barcos navegaban con las luces encendidas, sino que además no había toque de queda, por lo que las luces de los pueblos costeros permitían orientarse con precisión. Cada noche Hardegen tenía que seleccionar su blanco entre decenas de luces a su alrededor. El problema era que la mayoría eran demasiado pequeños para los estándares que se había marcado y al acercarse se da daba cuenta de que debía seguir buscando.

Siempre que podía escogía petroleros, y la alarma cundió entre la opinión pública, a la que no se le podían ocultar las enormes llamaradas cerca de la costa que reportaban los periódicos locales al día siguiente. Las primas de riesgo y los sueldos de los tripulantes de petrolero se dispararon hasta las nubes, transmitiendo la inquietud a la industria.

El 14 de Enero Hardegen hundió un petrolero a la vista de Long Island. Mientras ardía concentrando la atención tanto de los observadores costeros como de los barcos cercanos, se acercó a Nueva York. Navegando con sólo la parte alta de la torreta fuera del agua, entró en la Lower Bay y se acercó a los Narrows, que separan Brooklyn de Staten Island. Los pescadores observaron con sorpresa aquella especie de bote que no identificaron. Llegó a estar tan cerca que veía los coches por la carretera de la costa mientras el cielo reflejaban las luces de Manhattan. A su derecha tenía la noria de Luna Park y se oía el ruido del parque de atracciones.

No se decidió a entrar en la bahía interior. Cuando era cadete su buque escuela había recalado en los muelles del Hudson y por tanto la conocía de cerca. También la había contemplado desde lo más alto del Empire State. Los Narrows tienen más de un kilómetro de ancho y son dragados a menudo, pero toda la zona no deja de ser un estuario de fondo lodoso en el que no hay escapatoria hacía abajo. Además, en el lado de Staten Island hay una batería de cañones que proteje el puerto desde los tiempos coloniales. Así que mientras olía desde su torreta el aroma de los bosques de New Jersey, Hardegen ordenó volver a alta mar para proseguir su ruta de devastación hacia el sur.

Tal como había sido el primero en salir, fue el primero en volver a Lorient, tras haber hundido nueve buques que totalizaban 50 000 Tm. Doenitz subió a bordo y le impuso la Cruz de Hierro en cubierta. Hardegen se sintió un poco avergonzado porque la misión había sido un paseo, sin más dificultad que racionar los suministros y capear alguna tempestad. Los dos únicos momentos de peligro real habían sido el ataque de un ballenero noruego que trató de embestirle y un avión que le lanzó una bomba lejana.

El aparato de propaganda de Goebbels repartió entre la prensa internacional una foto de Manhattan sacada supuestamente desde el submarino, que causó pánico en la opinión pública estadounidense (aunque en realidad era una foto de antes de la guerra). Seis submarinos que habían salido poco después que Hardegen volvían para reaprovisionarse, y un gran número estaba preparandose para salir. Por fin parecía que la marea estaba cambiando para los “tiburones grises”.

El informe semanal de Rodger Winn de esa semana levantaba acta de que había en alta mar 53 submarinos enemigos y que las pérdidas en los 30 días anteriores habían sido de 450.000 Tm. Los ingleses estaban muy enfadados con los americanos por no utilizar convoyes, pero pronto tuvieron que callarse y dejar de dar lecciones. Para estupefacción de todos, excepto de los criptoanalistas de BP, en febrero la red segregada de radio que utilizaban los submarinos (llamada Tiburón por los ingleses y Tritón por los alemanes) comenzó a utilizar su nueva Enigma de cuatro ruedas a pleno rendimiento.

Aunque sólo multiplicaba la fuerza bruta necesaria por 26, ponía el descifrado fuera del alcance de BP. En primer lugar impedía realizar el Banburismus y obligaba por tanto a probar los 336 órdenes de ruedas en lugar de sólo uno (aunque no añadía órdenes nuevos, porque la nueva rueda no podía cambiarse de hueco). Como todas las Bombas eran de tres ruedas, hacía falta multiplicar por 26 el tiempo para cada orden. Los dos efectos combinados provocaban que en lugar de un día y medio se tardarían meses en descifrar la clave de un solo día. Y eso utilizando todas las entre 16 y 21 Bombas (según las fuentes) que existían, cosa inaceptable puesto que había muchas otras redes que seguir.

Turing y Alexander no se sorprendieron, porque hacía meses que sabían que estaba a punto de pasar. Había habido capturas de prototipos y algunos operadores se habían equivocado, lanzando mensajes con la cuarta rueda en posición no neutral. Hasta tal punto estaban preparados que disponían del cableado de la nueva rueda, llamada Omega. Lo que les pilló por sorpresa fue que los alemanes aprovecharan la caducidad de un libro de digrafos y de uno de códigos meteorológicos para efectuar el cambio. Sin poder resolver la superencriptación y sin palabras probables, ni siquiera con miles de horas de Bomba se podría hacer nada. Empezaba el angustioso período conocido en la historiografía como el Apagón. Ahora los submarinos de Doenitz estaban seguros otra vez.

No se ha encontrado la correspondencia original que se intercambiaban las agencias y armas de ambos lados del Atlántico durante este período, pero se sabe que tanto la discusión sobre los convoyes como el Apagón tensaron las relaciones entre los dos países hasta un punto peligroso. La marina estadounidense, y en especial el almirante King, no quería lecciones de sus colegas británicos y éstos no querían compartir con ellos los secretos de Enigma.

Los estadounidenses habían estado reclamando participar en el descifrado desde Febrero de 1941, pero los ingleses les habían ido convenciendo de que por motivos de seguridad era mejor que no se extendiese el secreto. Así que los ingleses suministraban la información ya disfrazada, simulando que provenía de fuentes sobre el terreno o cualquiera de los demás subterfugios utilizados, con lo que el número de personas en Washington al corriente de la realidad era mínimo.

Mientras la información fluía, los estadounidenses aceptaban el trato a regañadientes. Pero cuando Winn les comunicó en Febrero que había docenas de submarinos partiendo cada semana en dirección a sus costas y que ya no era posible monitorizar su ruta, destino ni posición, se encolerizaron y exigieron explicaciones detalladas. Eso debió provocar muchos roces ya que la mayoría de ingleses no estaba en el detalle del descifrado y por tanto no podían tampoco explicar porqué éste ya no era posible.

La única documentación que ha sobrevivido son los telegramas que intercambiaron Travis y Tiltman cuando este último fue enviado en abril a Washington para tratar de restaurar el clima de confianza. Los submarinos alemanes seguían devastando las aguas territoriales de los EEUU, aunque poco a poco la marina americana refinaba sus tácticas y eso los alejaba de la costa, devolviéndolos a la guerra de convoyes. Las tácticas de manada de lobos eran ahora mucho más efectivas que en 1941 porque los mensajes entre los submarinos y el control no se podían leer. De hecho ni un solo mensaje posterior al 1 febrero había sido leído.

Tiltman era él mismo un exitoso criptoanalista y comprendía perfectamente el problema. Pero cuando llegó al ministerio de Marina se encontró que nadie quería escuchar las razones por las que era imposible el criptoanalisis. En primer lugar, la limitación de Bombas les resultaba ridícula a los estadounidenses, ya que podían fabricarse a miles si ése era el problema. Y si hacía falta diseñar una Bomba de cuatro ruedas podía hacerse con tecnología de relés, con lo que resultaría mucho más rápida.

En cualquier caso, querían que un grupo de personas capaces de construir bombas y operarlas se trasladase a trabajar a OP-20-G en Arlington (Virginia) donde en una antigua escuela de niñas se había instalado el departamento de criptoanalistas de la marina. Este grupo serviría además de reaseguro para el caso que un bombardeo alemán arrasara BP hasta los cimientos, lo cual era factible incluso para una escuadrilla.

Tiltman y Travis forcejearon en varios telegramas, puesto que el primero intentaba convencer al segundo de que si no se cumplían los deseos de sus anfitriones, éstos comenzarían una investigación por su cuenta en cualquier momento. Travis dio largas pero al final accedió a que una delegación estadounidense visitara BP para recoger los planos de la Bomba y recibir instrucción general sobre el tema. Estos dos oficiales son los que fueron obsequiados con pasteles por los chicas de la Granja.

Travis retiró a Turing del trabajo diario del Cobertizo 8 y le dijo que trabajara en el problema de la Enigma de cuatro ruedas con un enfoque abierto. Así fue como entró en contacto con la tecnología de lámparas. Mientras estudiaba formas de implementarlas se fue convirtiendo en la referencia sobre nuevas tecnologías, recibiendo consultas de todos los grupos dedicados a las diferentes redes, sobre fomas de mejorar los métodos para abastecer la sed insaciable de información que sufrían todos los que estaban en contacto, aunque fuera un solo día, con el material mágico de la fuente Ultra.

 
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