Enigma 63

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Por Román Ceano

El 6 de Septiembre Churchill se presentó inesperadamente en Bletchley Park para ver con sus propios ojos cómo se descifraba Enigma. Con paso rápido recorrió las instalaciones, parándose de cuando en cuando para lanzar una mirada algo agresiva a los criptoanalistas, muchos de los cuales al verle quedaban petrificados.

En el Cobertizo 6 le presentaron a Herivel, quien tuvo la sensación de que al Primer Ministro no le gustaba el aparente desorden que reinaba allí. Aún peor fue la visita al Cobertizo 8 donde la puerta estaba obstruida por algo que resultó ser Shawn Wylie, el encargado de palabras probables, que estaba sentado en el suelo leyendo un documento. Churchill entró con aspecto enfadado y tras saludar secamente al perplejo Wylie que se levantó como un resorte, se metió por el pasillo y abrió una de las puertas al azar. Dentro de la habitación estaba Alexander, también sentado en el suelo pero además rodeado de pilas de papeles de todos los tamaños.

Tras visitar todos los Cobertizos dijo que quería dedicar unas palabras a los criptoanalistas. A toda prisa se llamó a los que estaban disponibles, que se reunieron frente a la mansión. Muchos fueron atemorizados y pensando que iba a reprocharles el caos reinante. Sin embargo lejos de eso, subido en una pila de material abandonado desde la construcción de los cobertizos, lanzó un emocionado homenaje al trabajo que estaban haciendo. "Aunque al veros nadie pensaría que conocéis ningún secreto, vuestra contribución al esfuerzo de guerra no tiene precio". Muchas décadas después, todos los que habían estado presentes aún sentían un profundo orgullo al recordar el discurso. En el coche de vuelta a Londres bromeó con Menzies: "Cuando te dije que buscaras gente por todos los rincones, no pensaba que te lo tomarías tan al pie de la letra".

En Octubre, Bletchley Park empezó a sufrir otro de sus colapsos cíclicos. El cobertizo 6 de Whelchman no podía procesar los mensajes que llegaban, porque intentaba seguir todas las redes de Enigma con lo que cada día debía hallar un montón de claves diferentes. Whelchman y Milner-Barry (el ajedrecista compañero de Alexander en los Juegos Olímpicos de Buenos Aires, que ahora era el segundo en el mando en el Cobertizo 6), empezaron a recibir presiones para limitarse a unas pocas claves y concentrarse sobre todo en la Roja. Las estaciones de intercepción, no menos al límite, también tendían a concentrarse en ella. Whelchman no estaba de acuerdo y escribía memorandums a Travis en los que enfatizaba que la vocación de Bletchley Park debía ser romper absolutamente todas las claves y luego descifrar absolutamente todos los mensajes alemanes.

Denniston, responsable de Bletchley Park y por tanto el jefe de Travis, estaba desesperado. La pequeña organización que había sido antes de la guerra se había convertido en una empresa mediana en la que trabajaban cientos de personas hacinados en una mansión victoriana o en cobertizos provisionales en el jardín. Y esta organización debía triplicarse según los cálculos más conservadores que le pasaba Travis, para poder hacer frente a una fracción de su potencial real. El problema de Deniston era que su cargo oficial público era el de responsable de un oscuro departamento del ministerio de Asuntos Exteriores.

Para los administrativos del gobierno y para todos los que no sabían que existía Bletchley Park, su asignación presupuestaria ya era ridículamente grande y no era eliminada completamente porque fuerzas ocultas lo impedían. Pero lo que no era de recibo era hablar de ampliarla más y mucho menos triplicarla. Denniston se movía por los clubs y hablaba con sus conocidos pero nadie podía revelar el secreto y sin éste las peticiones de Denniston eran absurdas. Así que Denniston pasaba los días mendigando ayuda en susurros y las tardes en reuniones con Travis y los demás que le hablaban de las peleas por conseguir tiempo de Bomba o del agotamiento físico y mental de los que hacían dobles turnos por sistema.

A mediados de Octubre, Whelchman, Milner-Barry, Turing y Alexander se reunían constantemente para planificar el uso de las Bombas. Milner-Barry y Alexander tenían una gran amistad, puesto que habían participado juntos en campeonatos internacionales de ajedrez y habían coincidido además en la City, donde ambos habían trabajado. Milner-Barry era quien había recomendado a Alexander para ingresar en Bletchley Park. Su buena relación impidió que la escasez de bombas degenerara en un conflicto entre departamentos. Quizás estuvo también en la raíz del acercamiento radicalmente nuevo al problema que decidieron llevar a cabo. Entre los cuatro redactaron una larga carta dirigida al primer ministro poniendo en su conocimiento las dificultades que sufrían.

En la carta le recordaban a Churchill su visita a Bletchley Park, diciéndole que estaban convencidos de que él consideraba el trabajo que allí se llevaba a cabo como importante. Agradecían a Travis los medios que había puesto a su alcance y sobre todo el poder disponer de las Bombas. Sin embargo opinaban que el primer ministro tenía derecho a saber que ese importante trabajo muchas veces se detenía o no podía realizarse en absoluto a causa de la escasez de personal. Habían decidido dirigirse a él de forma directa tras agotar cualquier otro medio convencional para resolver el problema. Comprendían la extrema necesidad de recursos humanos en todas las ramas del gobierno, pero les torturaba la idea de cuánta ventaja se podría sacar de unas pocas personas más destinadas a Bletchley Park, incluso si para ello se tuviera que modificar el procedimiento de asignaciones.

Tras un retórico "No queremos cansarle con detalles..." explicaban las tres áreas principales donde era imprescindible la ampliación: el Cobertizo 4, cuyo turno de noche iba ser suspendido con lo que las claves se retrasarían doce horas, el Cobertizo 6, que estaba a punto de abandonar el seguimiento de la red Azul Claro del Afrika Corps, y la sala de Bombas, en la que criptoanalistas de extremo valor para ambos cobertizos se veían obligados a pasar horas muertas recableando.

Tan sólo hacía falta personal administrativo con habilidades tipográficas normales y operadores de las bombas que no debían tener ningún conocimiento especial. Sugerían que se ampliase la dotación de WRENS, algunas de las cuales ya habían sido asignadas a Bletchley Park. Las WRENS eran mujeres reclutadas por la Marina para realizar tareas que no implicasen riesgo de entrar en combate.

Pedían que los trabajadores de la fábrica de Bombas (BTS) fueran excusados de alistarse, porque las continuas incoporaciones obligatorias a filas estaban paralizando la producción de Bombas. Esperaban que las personas responsables "en el exterior... (de la mansión)" recibieran instrucciones claras a todos estos respectos. Terminaban considerando que habría sido faltar a su deber no llamar la atención del primer ministro sobre "los hechos y los efectos" que las dificultades que sufrían causaban en su trabajo. Tras reiterar su confianza en Travis y excusarle de todos los problemas, firmaron los cuatro como A. M. Turing, W.G Whelchman, CHO'D Alexander y P.S. Milner Barry.

Pensaron que si la cursaban a través de Travis, Denniston y Menzies, nunca llegaría a su destino. Así que el día 22 de Octubre por la mañana, Milner-Barry se presentó en el número 10 de la calle Downing. Con sus credenciales pasó todos los cordones de seguridad hasta llegar dentro del edificio, donde fue recibido por el Brigadier Harvie-Walker, principal Secretario Privado de la Oficina del Primer Ministro. Éste comprobó que a pesar de que su nombre le resultaba completamente desconocido (ya que no era aficionado al ajedrez) y no constaba en ningún anuario, Milner-Barry disponía de credenciales de seguridad del más alto nivel con acceso a información secreta del rango más confidencial.

Estas credenciales hicieron que en lugar de echarle a patadas, le explicara con educación pero con firmeza que el Primer Ministro no recibía a nadie sin cita previa y que ésa no era la forma indicada de pedirla. La cita debía tramitarse a través de la cadena normal de autoridad detallando motivo y asistentes, para a continuación esperar la respuesta oficial en el plazo en que ésta se produjera.

Milner-Barry no quedó nada impresionado con las explicaciones y le insistió cortésmente en que traía un documento relativo a un asunto de importancia extrema que afectaba a la marcha de la guerra. Volvió el Brigadier con sus explicaciones y respondió el visitante con los mismos argumentos. Tras una larga y educada pero crecientemente tensa charla, comprendieron ambos que habían llegado a un empate en tozudez, acordando buscar como tercera opinión, la del propio interesado.

Salió de la sala Harvie-Walker para volver poco tiempo después con la respuesta del Primer Ministro. En efecto el asunto era de su interés pero en ese momento le resultaba imposible atender la visita. Por ello recomendaba que se le hiciera llegar el documento a fin de poder estudiarlo. Vencido finalmente Milner-Barry, entregó la carta pensando seguramente en volver al cabo de poco tiempo si el tal Brigadier no cumplía su palabra.

Churchill probablemente leyó el documento ese mismo día y debió quedar horrorizado. Doce horas de retraso en la clave naval podía costar veinte barcos, y dejar de leer los mensajes del Afrika Corps -cuando la única luz en la oscuridad que tenía el pueblo inglés era la odisea de los australianos en Tobruk- rozaba la traición. Reinterpretó de pronto su visita. La gente estaba por el suelo porque no tenía sillas, el caos lo causaba la escasez de personal administrativo y los papeles por todas partes eran trabajo atrasado que se acumulaba.

No se conocen exactamente las gestiones que realizó Churchill tras leerlo pero es más que probable que se entrevistara con Menzies, Denniston y/o Travis. Aunque los criptoanalistas no buscaban perjudicar a Denniston, el hecho de que su nombre no saliera en el documento a pesar de ser el responsable de Bletchley Park no le dejó en buen lugar. En cambio la imagen de Travis resultó muy beneficiada puesto que se le nombraba dos veces y en la forma más laudatoria posible. De hecho según el documento resultaba ser el único miembro de una organización gubernamental que había ayudado en lugar de perjudicar.

Al día siguiente, Churchill tomó uno de los papeles que usaba para enviar notas oficiales y escribió al General Ismay, su jefe de gabinete : "Asegúrese con la máxima prioridad de que obtengan todo lo que piden y repórteme a mí que eso ha sido hecho". Le colocó una etiqueta de "Acción hoy", la de máxima urgencia y lo clasificó como "Secreto. Para entregar en una caja". Así se inició un ambicioso programa de ampliación de Bletchley Park que implicaría la construcción de varios edificios, multiplicar el personal por cuatro y ampliar las estaciones de intercepción. Todos los burócratas que se preguntaban a dónde iban a parar aquellas asignaciones enormes con tan poco respaldo documental, recibían una llamada tranquilizadora de la oficina del Primer Ministro.

 

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