Enigma 56

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Por Román Ceano

La atención mundial seguía centrada en el Mediterráno Oriental, donde, tras la conquista de Grecia, los alemanes preparaban el siguiente movimiento. Esta vez los ingleses sabían cuándo y dónde iba a ser el siguiente ataque. Tras el buen uso que se había dado a los mensajes descifrados de las redes Roja y Azul Claro -ambos usados por la aviación alemana- durante la retirada en Grecia, ahora se esperaba hacerlo aún mejor. El Cobertizo 3 había seguido cuidadosamente la preparación de la operación Mercurio, que sería lanzada el 20 de Mayo. El objetivo era la gran isla de Creta, que yace al sur del Peloponeso.

Churchill había escogido personalmente al comandante que dirigiría la defensa, utilizando tropas que habían llegado durante la evacuación de la península griega. Se trataba del general Bernard Freyberg, un neozelandés veterano de Gallipoli que había ganado una cruz Victoria en Flandes. Tras la Gran Guerra, convertido en un héroe popular, había socializado con Churchil, a quien gustaba oirle narrar sus hazañas temerarias. Una vez incluso le hizo desnudarse en público para que mostrara sus 27 cicatrices.

El 11 de Mayo, el comandante de brigada Doran-Smith viajó a Creta para presentar el informe completo de la invasión prevista, muchos de cuyos detalles ya se le habían ido enviando a Freyberg a medida que eran compilados. Doran-Smith se llevó una impresión muy mala de Freyberg, al que confidencialmente definió como "un gran oso muy valiente pero con un cerebro muy pequeño".

Los alemanes estaban preparando una invasión que utilizaría únicamente paracaidistas como fuerza de ataque. Eran los mismos paracaidistas que habían brillado en Holanda y que después habían ganado fama mundial tomando el famoso fuerte belga inexpugnable, un año antes.

La suspensión de la invasión de Inglaterra había privado al general Student, su creador y comandante, de una gloria que había visto muy cercana. Quizás sus hombres podrían haber colgado una esvástica del Big Ben o capturado a la familia real británica. Cuando al plantear la invasión de Creta, el Estado Mayor se enfrentó a la dificultad de no tener barcos de asalto para un desembarco, Student vio la oportunidad de escribir una página imperecedera en la historia del arte militar: sería la primera vez, que una fuerza enteramente aerotransportada conquistaría un territorio.

Se daba el caso que algunos meses antes un oficial inglés había estudiado cuidadosamente la geografía de la isla desde el punto de vista militar, y había detallado los cuatro puntos ideales para un lanzamiento de paracaidistas. Tal como los mensajes de Enigma mostraban, los alemanes habían llegado a las mismas conclusiones, eligiendo los mismos cuatro puntos.

El mismo oficial había elaborado un plan de acción para contrarrestar la invasión desde el aire, por lo que los ingleses tenían todo el trabajo de planificación completo antes de empezar. El hecho de que la aviación alemana hubiera borrado literalmente de escena a la inglesa y por tanto los alemanes tuvieran el dominio completo del aire, dificultaba algo las cosas, pero esta vez Churchill veía una buena oportunidad de poner fin a la invencibilidad alemana.

La mayoría de la guarnición era australiana o neozenlandesa. Considerados entre las mejores tropas del ejército imperial, no tenían el pedigree de las unidades de élite escocesas de tradición centenaria. Carecían también de la disciplina y respeto al mando característicos de éstas, pero tanto en la Gran Guerra como en la reciente campaña de Grecia, habían demostrado su ferocidad y determinación. Churchill pensaba que sin tanques, en una confrontación hombre contra hombre y comandados por un héroe indomable, prevalecerían.

El problema fue que la legendaria tenacidad del comandante estaba basada en una estructura mental que con la misma naturalidad podía producir una desesperante contumacia. En efecto, los primeros mensajes con información enemiga sobre la invasión que se le habían enviado a Freyberg en Abril, decían que el ataque sería simultáneo desde el mar y desde el aire, porque los analistas del cobertizo 3 se habían equivocado al interpretar los retazos de información de que disponían.

Al aumentar el número y la calidad de los desciframientos quedó meridianamente claro que sería un ataque puramente aéreo. Pero por alguna razón Freyberg decidió que esos nuevos informes eran los que estaban errados y que la primera sensación había sido la buena.

Incluso después de que se le revelara de forma confidencial la naturaleza de la fuente y se le mostrara el plan alemán completo, Freyberg seguía creyendo que la mitad de las fuerzas llegarían por mar. Por ello, ante la desesperación del mando en Alejandría, se preparó para un ataque doble, desplegando tropas en las zonas de posible desembarco y desguarneciendo los tres aeropuertos revelados como objetivos por la fuente Ultra.

Tal y como estaba previsto, el Martes 20 de Mayo los alemanes lanzaron su ataque. Tras el bombardeo rutinario de cada mañana los alemanes saltaron en masa junto a los aeródromos de Maleme, Rezimo y Heraclion. En Rezimo y Heraclion fueron exterminados. Primero eran ametrallados mientras colgaban indefensos (ya que las armas se lanzaban en cajas aparte) y al caer al suelo, eran hostigados ferozmente tanto por los australianos como por los civiles cretenses, que no hacían prisioneros. Los escasos supervivientes de los lanzamientos quedaron dispersos por las colinas sin representar ningún peligro.

En Maleme lograron lanzar suficientes hombres como para que a pesar del nutrido fuego desde el suelo, un número mayor de supervivientes llegaran a tierra. Impresionados por la masacre que habían contemplado a su alrededor, los que estaban vivos y podían moverse se reunieron en unidades terriblemente diezmadas pero operativas, que consiguieron algunas cajas de armas. Se hicieron fuertes en el cauce de un río seco junto a la pista de aterrizaje. Al otro lado de ésta, en una pequeña colina, estaban atrincheradas dos compañías neozelandesas que también estaban en estado de choque después de haber matado a cientos de hombres indefensos que colgaban de sus paracaídas.

Durante el resto del día estas dos fuerzas combatieron por la posesión de la pista sin que ningún bando pudiera sobrevivir mucho tiempo al descubierto, por lo que al llegar la noche seguía siendo tierra de nadie. Los neozelandeses se llevaron la peor parte, ya que la aviación alemana sostuvo a los paracaidistas ametrallando y bombardeando la colina de forma continua. Los alemanes esperaban un contraataque demoledor durante la noche, que seguramente los desalojaría de su precario refugio.

No hubo contraataque porque Freyberg seguía aferrado a su idea del desembarco. En nuevos mensajes de Engima, que esta vez se le enviaron traducidos textualmente, se aludía al abastecimiento de los paracaidistas por mar una vez se hubieran tomado los puertos.

Para incredulidad de todo el mundo, Freyberg los malinterpretó una vez más con una tozudez increíble. Desgraciadamente, los oficiales que estaban a su alrededor y que quizás podrían haberlo convencido (o desobedecido) no sabían nada de Enigma y confiaron en su criterio.

Mientras miles de soldados vigilaban las playas preparándose para un asalto que nunca se produciría, en Maleme los alemanes dormitaban rendidos por el cansancio del día infernal que habían vivido. No sólo no hubo un enérgico contraataque, sino que Freyberg ni siquiera pensó en reforzar la colina. Había planteado una batalla estática de resistencia y no pensaba hacer ninguna frivolidad táctica.

Escasos de radios y medios de comuniación, los que estaban en Maleme no sabían que ellos eran los únicos que estaban bajo presión. Las compañías neozelandesas, brutalmente diezmadas por los ametrallamientos que habían sufrido durante el día, permanecieron incomunicadas durante la noche.

Algunos avances alemanes por un flanco les dieron la sensación de estar siendo rodeados. Tras varios malentendidos y descoordinaciones se fueron retirando en la oscuridad, pensando que sería más fácil recuperar la colina cuando llegaran refuerzos que mantenerla contra fuerzas que creían abrumadoras y bajo el fuego de la aviación alemana que se reanudaría al amanecer.

Efectivamente, al amanecer volvió la aviación alemana junto a una nueva oleada de paracaidistas. El nuevo refuerzo, y sobre todo el apoyo aéreo, desalojaron a los últimos neozelandeses de la colina. Mientras los paracaidistas neutralizaban los morteros ingleses, que aún disparaban sobre la pista desde colinas cercanas, un puente aéreo de Junkers (inspirado en el que había permitido al Ejército de África cruzar el Estrecho en 1936 en la batalla clave de la Guerra Civil española) trasladó desde Grecia durante todo el día una división entera de tropas de montaña.

Otro lanzamiento en una zona alejada permitió abrir un segundo frente, y al amanecer del jueves 22 los comandantes ingleses, desbordados y en creciente inferioridad númerica, estaban a la defensiva. Freyberg, el especialista en situaciones deseperadas, se había creado una él mismo cuando lo tenía todo a favor para infligir una gran derrota a los alemanes.

La contemplación del triste espectáculo coincidió para Churchill con una semana de bombardeos terroríficos sobre Londres. Los bombarderos alemanes, aunque mucho menos numerosos que el verano anterior, actuaban concentrados y cada noche demolían un barrio entero.

 

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