Enigma 47

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Por Román Ceano

Pocos días después, el Cobertizo 6 descifró con júbilo un mensaje en el que se suspendía definitivamente la operación León Marino y se ordenaba el regreso de todas las unidades de tierra a Alemania.

Consciente de la victoria épica que había conseguido, Churchill despidió a Hitler desde la tribuna de la Cámara de los Comunes con su característico tono enfático: "...que lo sepa ese hombre malvado, encarnación del odio, incubador de cánceres del alma, aborto de envidia e infamia: a partir de ahora vamos a pegarnos a sus talones empuñando la larga espada de la justicia..."

Los siguientes meses fueron un infierno para los civiles de Londres y de todas las grandes ciudades de Inglaterra. Los alemanes intentaron demolerlas sistemáticamente, con la esperanza de que la población perdiera la moral y exigiera al gobierno un cese de las hostilidades. El efecto fue contrario y ese ataque brutal e indiscriminado soldó muchas de las líneas de fractura de la sociedad inglesa. Los sindicatos, que al principio habían visto la guerra como un efecto de la voluntad imperialista de la clase dominante, adoptando su tradicional postura de internacionalismo proletario, abandonaron completamente esa posición. Churchill, que había sido su bestia negra desde que en 1931 había propuesto sacar el ejército a la calle para reprimir una huelga general, se convirtió en su héroe. Los teóricos y activistas de la lucha de clases, decidieron aplazar hasta después de la guerra cualquier reivindicación social, aunque tomaron nota del hecho de que resultaba evidente que Inglaterra dependía de ellos para su defensa y que algún día eso debería pagarse.

Para cuando llegó la navidad de 1940, las bombas alemanas habían abierto enormes claros en la trama urbana de Londres y habían demolido ciudades enteras como Coventry, destruida en una sola noche. Pero entre sirenas, carreras hasta los refugios e incendios que se dejaban arder porque su tamaño era demasiado grande para los bomberos, Inglaterra seguía en pie. Los periodistas norteamericanos escribían fascinados el detalle diario de la vida bajo las bombas, e incluso algunos corresponsales de emisoras de radio lograron retransmitir bombardeos en directo.

La opinión pública norteamericana, aunque no quería verse envuelta en los problemas europeos, poco a poco se fue concienciando de que en esa guerra había buenos y malos, y que los malos eran malísimos. Churchill, paseando con su aire grave pero resuelto entre ruinas humeantes o lanzando desafios bíblicos a las fuerzas del mal, se convirtió en un icono. Si ese hombre, armado sólo con su resolución, osaba enfrentarse a un monstruo como la Alemania Nazi y no era destruido ¿acaso no era el deber de EEUU ponerse a su lado y materializar el designio de la Providencia?. Aunque nunca se dio el paso de declarar la guerra a Alemania, el escenario anímico quedó claramente establecido.

 

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