Enigma 41

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Por Román Ceano

Notaron en su mirada
que era un hombre decidido,
porque lo tenían rodeado
pero se le veía tranquilo.

-- Los Tigres del Norte

BAJO EL FUEGO

Durante la batalla de Francia, el cobertizo 6 de Whelchman anegó al Cobertizo 3 en una marea de papel. Los mensajes que salían por el túnel a docenas se amontonaban encima de las mesas, mientras los analistas trasteaban frenéticamente al azar. Garrapateaban notas apresuradas -que eran despachadas por correo urgente a sus destinatarios- o se sentaban en las mesas, rodeados de papeles a traducir. Para hacer frente al colapso se contrató a una nueva oleada de reclutas civiles, que resultaron ser en su mayoría parientes o amigos íntimos de los que ya estaban, para así proteger el secreto. A esas alturas, prácticamente toda la aristrocracia ilustrada inglesa tenía algún pariente en Bletchley Park...

Pero el aumento de personal no se tradujo en un aumento de eficiencia, sino más bien al contrario. La multitud que se arremolinaba entre las mesas, a duras penas podía revisar los mensajes marcados como urgentes, que de todas formas nadie estaba seguro que lo fueran. Algunos eran traducidos completamente, mientras de otros sólo existían extractos y no se podía saber si existían las dos cosas o ninguna de algún documento en particular. Las traducciones se resumían o ampliaban al gusto de quien las tomara y se embutían en sacas rotuladas erráticamente, que se arrumbaban bajo las mesas o donde cupieran. Algunos receptores de la información en otros servicios pedían aclaraciones sobre algún tema concreto y en caso de que se hallara se les informaba por teléfono, para escándalo de los que tenían experiencia como agentes sobre el terreno.

Los veteranos decidieron que había llegado la hora de poner un poco de profesionalidad también al analisis y a la diseminación, tal como había hecho Whelchman con la captación y descifrado. Aunque la naturaleza, calidad y abundancia de la fuente eran completamente singulares, aquello no dejaba de ser una operación de inteligencia. Travis convenció a Denniston para realizar una concienzuda reorganización, que se planificó e implementó de forma inmediata.

En lugar de un tumulto de gente a jornada completa, se establecieron guardias de ocho horas para el Cobertizo 3. El personal de cada turno se sentaba en la parte exterior de una mesa en forma de herradura de cara a un "oficial" (muchas veces era un civil), nombrado Número Uno de la guardia. Éste era el responsable de asignar las tareas y disponía de una gran mesa rectangular situada en la abertura. Le flanqueaban miembros de inteligencia del ejército y de la fuerza aérea.

Los mensajes que se recibían por el túnel se ponían sobre la mesa del Número Uno, que los ordenaba por importancia y los repartía para su traducción consultando con sus comensales. Una vez traducidos y corregidos eran devueltos a la mesa. Tras ser estudiados se clasificaban para su envío en bloques, que eran transmitidos a la sede de Londres por télex, desde donde se diseminaban siguiendo las indicaciones de su cabecera. Los oficiales de inteligencia militar y aérea realizaban anotaciones y comentarios que se adjuntaban. Una vez enviados eran devueltos una vez más a la mesa, donde se procedía a indexarlos en índices temáticos cruzados antes de archivarlos por número.

Nigel de Grey organizó un departamento auxiliar de documentación, que mantenía un archivo de mapas militares que sustituyeron a las guías turísticas utilizadas al principio. También mantenía un diccionario de términos y abreviaturas usadas por los alemanes y lo actualizaba constantemente. Comenzó a compilar un diagrama completo de todo el ejército alemán, sobre el que se pudieran mantener los datos que se sacaban de los mensajes sobre suministros, refuerzos, bajas, nombres de los oficiales al mando, etc.... Esto permitió que pronto se empezaran a emitir informes completos de contexto, que eran enviados junto con los mensajes.

La comunicación externa operativa en ambas direcciones se limitó a partir de entonces a unos télex punto a punto que comunicaban BP con la sede del SIS en Londres. Nadie ajeno al servicio debía saber cuál era el origen primero de la información y debía crearse la apariencia de que se originaba en dicha sede a partir de fuentes sobre el terreno. Los documentos que contuvieran productos directos de la fuente llevarían escrita en grandes letras la palabra Ultra y sólo las personas con acreditación expresa podían tener acceso a ellas.

Se enviaron al edificio de St. James algunas docenas de analistas del cobertizo 6 para que gestionaran la diseminación desde allí. Uno de los que tuvo que marcharse fue Whinterbotam, que lamentó mucho verse alejado del excitante ambiente de la mansión sólo unas semanas después de su llegada. Tras su éxito con la fotografía aérea, había formado parte de un comité secreto para investigar aplicaciones militares de los avances cientificos, antes de ser arrastrado por la corriente creada por la sed inagotable de personal que sufría BP. Ahora se ocuparía de centralizar la distribución de material referido al arma aérea.

El nuevo sistema resultó mucho más eficiente, y la información empezó a fluir por toda la maquinaria de guerra inglesa. El personal de Londres creaba una tapadera para cada mensaje antes de reenviarlo, creando un velo que cubría incluso la mera existencia de BP. "Un documento obtenido en el cuartel general del ... cuerpo de ejército decía...", "un agente sobre el terreno informa que ha visto pasar una división acorazada en dirección a...", "un soldado enemigo cometió las siguientes indiscrecciones en un bar de...", "...un agente logró reproducir el mensaje que había en un papel quemado que sacó de las cenizas del hotel..." etc... La mayoría de estos supuestos agentes formaban parte de una red imaginaria con el nombre clave "Bonifacio" y todos los mensajes se clasificaban bajo las siglas CX, que eran las utilizadas en la primera guerra mundial para los informes de inteligencia obtenidos por colaboradores reclutados entre la población de los paises ocupados.

No dejó de llamar la atención la súbita avalancha de material de primera calidad, y muchos oficiales, al recibir los informes y mensajes, manifestaban una gran admiración por aquellos héroes que conseguían cumplir con su deber en circunstancias tan adversas. Fuera del restringido círculo de los que estaban en el secreto, circulaban diversas teorías sobe la personalidad de algunos de ellos. Legendarios espías como Sir Paul Dukes, que se había infiltrado con gran éxito en el Ejército Bolchevique al final de la Gran Guerra, eran invocados entre conjeturas susurradas.

Los mensajes más urgentes eran los que se referían a movimientos concretos de tropas enemigas que estaban en contacto con unidades propias. Estos mensajes eran cifrados nuevamente, para ser transmitidos desde Londres directamente a unos camiones del Servicio Secreto que seguían por Francia a los cuarteles generales ingleses. Los camiones operaban bajo las siglas SU (Unidad de Señales) y tenían su propia antena, así como personal para el descifrado. Uno fue destruido en Dunkerke para que no cayera en manos enemigas. Los que habían quedado fuera de la bolsa fueron bajando hacia el sur a medida que los aliados cedían terreno, para terminar huyendo desesperadamente buscando un puerto para embarcar de vuelta, junto al resto de soldados ingleses.

 

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