Enigma 112

Enviado por Roman en

Por Román Ceano

"Y ya no me acuerdo
como se acababa,
solo sé que al final
todo se estropeaba"

--David Muñoz

 

ANTICLIMAX

A principios de septiembre de 1944 los veteranos percibían como la vida en Bletchley Park iba perdiendo la componente frenética y desesperada que había sido su sello durante los cinco años anteriores. Los mensajes interceptados habían disminuido súbitamente mientras el personal captado para hacer frente al paroxismo de la batalla de Normandía entraba en su fase de máxima productividad. Eso producía una sobrecapacidad que convertía los turnos en jornadas laborales asimilables a las de una oficina en tiempos de paz. El motivo de la disminución de los mensajes interceptados era objeto de controversia. Para algunos analistas, el ejército alemán estaba dejando de funcionar como un organismo unificado mientras otros alegaban que estaba utilizando líneas terrestres aprovechando que estaba en su propio país.

Tras la ruptura producida por la Operación Cobra, los alemanes se habían replegado hacia el Rin, perseguidos por las divisiones estadounidenses. El movimiento continuo impedía utilizar líneas terrestres, traspasando todo el tráfico de mensajes a la radio. El Cobertizo 3 registró el máximo de descifrados de toda la guerra cuando las grandes estructuras (cuerpos y divisiones) germanas rotas durante el derrumbe del dispositivo en Normandía se comunicaban para volver a reunirse sobre la marcha. Los analistas del Cobertizo 3 vieron a través de los mensajes como la huida se convertía en una retirada a medida que los alemanes dejaban de ir a la desbandada y adoptaban un orden. Las divisiones alemanas empezaron a seguir rutas definidas para no interferirse y se turnaban en la retaguardia, realizando maniobras dilatorias. Los escalones menores del mando de las fuerzas aliadas -que utilizaban la información que ellos mismos obtenían mediante observación aérea, interrogatorios de prisioneros, e intercepciones locales- también constataron la creciente organización enemiga e informaron de ello a sus superiores. Ni los informes de Ultra, ni las noticias de los que estaban bajo el fuego hicieron mella en el convencimiento de los generales de que la guerra estaba a punto de acabar. Si el avance aliado continuaba a la misma velocidad, Berlín caería en pocas semanas como una simple regla de tres sobre una servilleta podía demostrar...

Cinco columnas se habían abierto en estrella desde Normandía y estaban llegando a la frontera alemana mientras una sexta desembarcada en la costa Mediterránea, avanzaba desde el sur siguiendo el valle del Ródano. Los franceses de Leclerc recuperaban Alsacia para su país. A su izquierda rugía el Tercer Ejército de Patton, cuya inspiradora cabalgada desde Saint Lo hasta Verdún había sido seguida con entusiasmo por la prensa. Más al noroeste avanzaba el Primer Ejército Estadounidense, lento y sistemático pero igualmente efectivo. A continuación estaban los ingleses de Montgomery que liberaban Bélgica cruzando primero un campo de batalla salpicado de recuerdos ominosos como Arras, Cambrai eYpres para llegar después a la Chausée de Charleroi flanqueada por nombres de mucho más grato recuerdo: la Haye Sainte, la Belle Alliance y Mont Saint Jean. En el extremo más oriental, los canadienses seguían la línea de la costa, desalojando trabajosamente a las guarniciones que aún quedaban en la Muralla del Atlántico. Las noticias que llegaban del frente oriental reforzaban la sensación de proximidad inminente de la rendición alemana. Durante los meses de verano y de forma simultánea a la batalla de Normandía, una ofensiva soviética había empujado a los alemanes hasta Varsovia, terminando con la ocupación de territorio ruso. El Ejército Rojo estaba ahora haciendo acopio de fuerzas para un nuevo empujón que le llevaría probablemente hasta Berlín, distante tan solo 500 kilómetros de la capital polaca.

La detención de los soviéticos a orillas del Vístula se interpretó como una venganza de la derrota sufrida por estos a manos de los polacos en ese lugar 20 años antes. Si hubieran liberado Varsovia habrían evitado la terrible matanza de civiles que realizaron los alemanes como venganza por el levantamiento armado en el gueto judío. El lugar en que se detuvieron es probable que fuera escogido con esas intenciones pero el hecho de detenerse estaba dictado por la logística. Los aliados no habían previsto detenerse y ahora estaban sufriendo las consecuencias. Aunque todas sus columnas avanzaban a buen ritmo, en realidad el avance estaba siempre a punto de detenerse. Los espectaculares ejércitos mecanizados se movían a toda velocidad pero a costa de un consumo masivo de combustible del que era difícil proveerles en cantidad suficiente. La misma velocidad que les permitía impedir a sus enemigos tomar posiciones, los alejaba rápidamente de las bases de aprovisionamiento. A medida que las líneas de suministro se alargaban, hacía falta gastar más y más litros en transporte por cada uno entregado a las unidades de combate, con lo que el consumo total crecía aritméticamente con la distancia. Aunque no se cansaban nunca de andar como les pasaba a las tropas napoleónicas, ni se desordenaban al avanzar como los ejércitos de la Gran Guerra, las divisiones modernas tampoco podían avanzar indefinidamente. El Tercer Ejército de Patton -el más austero- consumía diariamente dos mil toneladas de combustible. A principios de septiembre se había alejado 600 kilómetros de las playas de Normandía donde se descargaba laboriosamente. Varios miles de camiones recorrían esa distancia día y noche consumiendo 5 litros por litro entregado. La inexistencia de almacenes intermedios que hicieran de colchón, convertía cualquier retraso en un desabastecimiento de las tropas de vanguardia que podía acabar causando una catástrofe si los alemanes se giraban de pronto. Era una situación insostenible y era imperativo, tender oleoductos, reparar las líneas férreas y poner en funcionamiento los grandes puertos del Atlántico, muchos de los cuales estaban destruidos o en manos de sus guarniciones alemanas atrincheradas. Como escribiría Cornelius Ryan muchos años después, los alemanes estaban perdiendo la guerra más deprisa de lo que los aliados podían ganarla.

Se hicieron planes para reconducir la logística sin detener el avance basados en tomar Amberes, mucho más próximo a los nuevos frentes. Al principio pareció que sería factible porque los británicos se apoderaron de la ciudad con su gran puerto intacto. Sin embargo cometieron un error garrafal porque se detuvieron sin haber limpiado el estuario del Escalda que domina los accesos. El general Brian Horrocks recibió por ello críticas terribles durante muchos años. El bloqueo del Escalda en la guerra de los Treinta Años es un episodio muy célebre que dio lugar al nacimiento de Amsterdam como capital del comercio mundial. Horrocks, harto de lecciones de historia escribió en sus memorias "Seguramente Napoleón habría caído en la cuenta de que Amberes sin el estuario del Escalda no vale nada pero Horrocks no se dio cuenta". Este enfoque del error era una forma de eludir la responsabilidad, retratando a sus críticos como generales de sillón. En realidad no hacía falta leer polvorientos libros de historia sino que habría bastado hacer caso de los reportes de Bletchley Park que informaban con todo lujo de detalles de la presencia del 15º Ejército Alemán pocos kilómetros al oeste de Amberes a ambos lados del estuario. Estos reportes sugerían la forma de destruir fácilmente ese ejército, cortando el estrecho istmo de la península de Beveland que utilizaba como abastecimiento y por el que le habían ordenado retirarse tras cruzar en ferry las tropas que aún permanecían en la orilla Sur.

Una vez la columna inglesa se había detenido y no podía ponerse en marcha sin hacer que otras columnas se detuvieran, surgió un debate doctrinal. Algunos oficiales de estado mayor empezaron a abogar por "un frente estrecho". Esta línea de pensamiento sostenía que no hacía falta aumentar el suministro global de combustible sino que lo propio era reducir el número de divisiones en movimiento. Bastaría que una sola fuerza avanzara hasta Berlín para forzar la rendición enemiga. Patton y Montgomery, se convirtieron rapidamente en partidarios de esta nueva doctrina que supuestamente volvía a las esencias de Rommel y Guderian, alejándose de la versión rusa del blitzkrieg consistente en avanzar en todo el frente a la vez. Ellos dos eran los candidatos a comandar esa fuerza y ambos se veían desfilando por la puerta de Brandenburgo mientras en Londres y Nueva York se celebraba la primera navidad sin guerra.

Patton tenía en contra la geografía porque estaba mucho más lejos no solo de Berlín, sino de las zonas industriales alemanas que se consideraban estratégicas. Él no aceptaba en absoluto esta realidad y consideraba que la creciente marginación de su fuerza estaba causada por las maquinaciones de sus enemigos. Cornelius Ryan estaba acreditado como corresponsal en el Tercer Ejército y asistía a las conferencias de prensa diarias de Patton. Cada día clamaba desde su púlpito que sus soldados se comerían los cinturones si hacía falta pero que los tanques necesitaban combustible. En un off the record, le dijo a Ryan que "si Ike deja de hacer política con la gasolina dándosela a Monty, mi ejército cruzará la línea Sigfrido como la mierda pasa a través del retrete".

Montgomery presionaba de forma más discreta pero con igual insistencia. Confeccionó un plan que aunaba genialmente el "fin de la guerra por navidad" con el uso del Primer Ejército Aerotransportado. Este ejército había sido creado para subrayar el éxito del asalto por aire a Normandía. Algunos oficiales de estado mayor presionaban a Eisenhower para que lo utilizara porque tenían muchas ganas de verlo en acción y comprobar si estas fuerzas podían operar sin apoyo. En 1940 los paracaidistas alemanes habían sorprendido al mundo con su actuación primero en Noruega y luego en Holanda, culminando con la espectacular toma del fuerte belga de Eben-Emael. Eisenhower era muy prudente porque sabía que a los políticos no les gustaban los desastres y que en ese tipo de guerra cuando las cosas iban mal, solían ir muy mal.

El plan de Montgomery era una copia del exitoso plan alemán para los Paises Bajos de 1940. Primero los paracaidistas se lanzarían detrás de las líneas enemigas sobre los puentes que salvaban los ríos y canales que cruzaban Holanda de este a oeste. A continuación una columna blindada rompería el frente y penetraría de sur a norte cosiendo los enclaves creados. El plan liberaría Holanda pero solo como efecto colateral. Lo grandioso es que permitiría cruzar el Rhin por el lugar en que los alemanes menos se lo esperaban. En efecto, la Primera División Aerotransportada Británica se apoderaría del gran puente de Arnhem y allí esperaría a los tanques. Una vez en la orilla alemana, esos tanques -también británicos- avanzarían sobre Berlín y estarían allí antes de las primeras nieves. El plan fue aprobado sin consultar ni a Bletchley Park, ni a los oficiales de menor rango y por tanto se concibió en el contexto de euforia y menosprecio por la capacidad enemiga que reinaba entre los generales y los corresponsales de guerra.

La tarde el 17 de septiembre los oficiales y civiles de guardia en el Cobertizo 3 quedaron estupefactos al enterarse de que estaban saltando paracaidistas sobre Arnhem y que se había lanzado un ataque blindado que debía llegar hasta ellos en 48 horas. Una rápida consulta a los archivos mostró que los 50 000 soldados del 15ª Ejército evacuados poco antes del estuario del Escalda, estaban ahora desplegados en Holanda y habían creado una defensa antitanque en profundidad. El puente sobre el Rin, lo guardaban dos divisiones acorazadas de las SS -la 9ª Hohenstaufen y la 10ª Frundsberg. Varios mensajes interceptados durante las semanas anteriores mostraban como el alto mando alemán estaba seguro de que para poder utilizar el puerto de Amberes como fuente de suministros, el ataque aliado se lanzaría o bien hacia Aachen o bien hacia Arnhem. Cuatro días antes, un mensaje de la red Roja -la más antigua de todas las que se descifraban- pedía reconocimiento aéreo para prevenir un ataque aliado sobre "Arnheim". Los alemanes conocían el mapa de su propio país y sabían perfectamente que Holanda y especialmente el puente de Arnhem eran una puerta trasera peligrosa. Habían adivinado lo que harían sus adversarios antes de que estos estuvieran plenamente decididos.

La operación fue un desastre catastrófico. A pesar del heroísmo individual y de la voluntad de entregar la vida de miles de soldados estadounidenses y británicos, solo produjo un estrecho pasillo de cien kilómetros de largo y medio de ancho que no conducía a ninguna parte. En muchos tramos transcurría sobre una carretera elevada en la que los tanques bloqueados por la monstruosa congestión de tráfico eran un blanco fácil. La Primera División Aerotransportada Británica fue lanzada sobre las dos divisiones blindadas sin medios antitanque, con mandos inexpertos, desplegada torpemente y equipada con radios defectuosas. Resultó aniquilada, sufriendo pérdidas superiores al 90%. La columna blindada tuvo que luchar metro a metro contra una oposición feroz y llegó demasiado tarde para hacer nada más que recoger a los supervivientes.

El despilfarro criminal de vehículos, combustible y vidas humanas causó una desolada indignación en Bletchley Park. La presencia de las dos divisiones alemanas en Arnhem había sido reportada al ejército como confirmación de unas fotos aéreas de al menos dos Tigers ocultos en la linde de un bosque y de una colección de informes muy precisos de la Resistencia holandesa. El secreto de Ultra salvó a Montgomery porque pudo alegar falsamente que la presencia de las dos divisiones no estaba confirmada y que todo había sido un fallo de los servicios de información. En realidad, media hora de visita al archivo de tarjetas perforadas en el Bloque F o una simple pregunta al Cobertizo 3, habría proporcionado información suficiente para suspender la operación. Las explicaciones a la prensa rodearon la presencia de esas fuerzas en Arnhem de un aura de casualidad diciendo que solo estaban allí "para reaprovisionarse", no para vigilar el puente.

Tras el desastre de Arnhem se aceptó que no había forma de terminar la guerra por navidad y que intentarlo de forma desesperada solo traería una catástrofe tras otra. Había que detenerse, organizar una red de almacenes intermedios y abastecerlos. Lo primero sería abrir el puerto de Amberes despejando el estuario del Escalda. La retirada del 15ª Ejército de ese lugar no significaba que los alemanes lo hubieran abandonado. Al contrario, se habían atrincherado con ordenes directas de Hitler de resistir hasta el final puesto que cada semana que el estuario del Escalda estuviera cerrado, era un tesoro para los alemanes. Los barrizales y cañizos de las tierras bajas, la isla Walcheren y la península Beveland fueron el escenario de una lucha desesperada que duró semanas. Tras esta penosa minicampaña, se puso en funcionamiento el gran puerto y se reformaron las líneas de aprovisionamiento para que tuvieran su origen en él. En noviembre ya estaba todo preparado para reanudar la ofensiva.

Montgomery había gastado su turno con el desastre holandés por lo que ahora les tocaba intentar el cruce del Rin a los dos ejércitos estadounidenses -el Primero de Hodges y el Tercero de Patton. Atacaron simultáneamente pero pronto se vio que no habría ruptura en ninguno de los dos sectores y que difícilmente alcanzarían el rio. Hodges disponía de más recursos que Patton, en consonancia con sus objetivos que eran más ambiciosos. Lo unicó que consiguió fue conquistar Aachen -la primera ciudad alemana en ser ocupada- a pocos kilómetros de la frontera. Para ello hicieron falta diez de días de lucha casa por casa que dejaron sus fuerzas exhaustas y en estado de shock. Una operación menor en en el gran bosque de Huertgen, se convirtió en una sonora de derrota. Patton por su parte luchó una serie de sangrientas batallas de desgaste conocidas en conjunto como "la campaña de Lorena" durante las que cosechó varios reveses, el más notorio de los cuales fue el de Fort Driant, durante la costosísima toma de Metz. La conclusión de los oficiales sobre el terreno fue que los alemanes habían recuperado su capacidad de luchar. Disponían de menos soldados y menos blindados que en otros momentos de la guerra pero sus prestaciones en el campo de batalla eran las mismas de siempre y su motivación incluso superior por estar luchando en su propio suelo.

El doble ataque estadounidense había coincidido con la drástica reducción de mensajes interceptados por Bletchley Park. Aún teniendo en cuenta que ahora podían usar líneas terrestres era algo extraño. A los analistas de BP les era difícil concentrarse y luchar contra el sentimiento general de despreocupación. La sobrecapacidad producía laxitud y una cierta desidia, como si el hecho de que hubiera tanta gente para hacer el trabajo hiciera que no fuera importante el esfuerzo de cada uno. El foco de atención era preparar la celebración de las navidades de 1944, que evidentemente iban a ser las últimas que la mayoría pasaría en la mansión. La melancolía y el recuerdo de las cuitas pasadas dominaban las conversaciones. "¿Que harás después de la guerra?" era el tema de conversación en los pubs, en las cenas y en los ensayos de las obras de teatro y revistas que se preparaban para celebrar como se merecía esta última ocasión.

No solo el personal de BP tenía su mente fijada en la posguerra, en Whitehall y en los clubes de Saint James también se reflexionaba intensamente sobre el tema. En Octubre se difundió por los canales restringidos el Informe Bland, donde se discutía como prolongar el éxito del SIS más allá del fin del conflicto armado. Mientras se intentaba formular cual era el tamaño correcto y la forma orgánica adecuada de un servicio secreto en tiempos de paz, renacieron las viejas rivalidades entre la inteligencia militar y el ministerio de Asunto Exteriores así como las tensiones entre espionaje y contraespionaje. Cada organización defendía sus intereses disfrazados de diferencias doctrinales sobre si era mejor la recogida pasiva al estilo BP, el mantenimiento de redes de agentes o el uso de fuentes abiertas. También el énfasis en cada tema era objeto de polémica porque el espionaje podía centrarse en las investigaciones científicas del enemigo, o en sus fuerzas armadas, o en sus conflictos políticos, y cada objeto de estudio requería una estructura operativa diferente.

Menzies había creado un comité para preparar la postguerra formado por Travis, Hinsley, Tiltman y Whelchman. Redactaron un estudio que resumía el cambio en la forma de obtener información que había supuesto Ultra y abogaba por unificar todas las intercepciones bajo una sola organización muy especializada. La técnica de Sinclair en los años 30 para ahorrar dinero había sido trabajar con jubilados o personal a media paga. Esto se ponía como ejemplo de lo que ya no podía hacerse, porque la electrónica estaba llevando el viejo arte de la criptografía a un nivel de complejidad solo asumible por profesionales especializados que deberían utilizar equipamiento muy sofisticado y debían recibir una remuneración acorde con su valía.

A principios de diciembre, los informes de BP aconsejaban mucha prudencia en la organización de nuevos ataques para forzar el cruce del Rin. Al parecer Hitler se había retirado del día a día y había delegado en el ejército para que fuera este quien perdiera la guerra. Así se interpretaba el nombramiento de Von Rundsted, destituido durante la batalla de Normandía por su derrotismo. Era un militar profesional de gran prestigio incluso entre sus enemigos. Utilizando el terreno abrupto de la frontera alemana y la gran barrera natural del Rin, Von Rundsted podía organizar una defensa sistemática que costara meses desencajar. Las unidades panzer que le quedaran, debían estar en la retaguardia, listas para cargar contra las brechas y cabezas de puente sobre el rio. Había que preparar la ofensiva con mucho cuidado y se requeriría tiempo tanto para la planificación como para que las unidades del Primer y Tercer ejércitos se recuperaran. Montgomery quería ir a pasar las navidades a casa y emitió un memorándum en que expresaba el sentimiento general: el enemigo estaba a la defensiva y lo más razonable era dar por terminada la campaña de 1944.

La realidad era muy diferente. Hitler no se daba por vencido en absoluto y en sus peroratas a los generales no paraba de insistir que solo podía ser derrotado aquel que aceptaba la derrota. Los enemigos de Alemania debían comprender que la guerra nunca terminaría a menos que fueran ellos los que desistieran. El ejército alemán debía recuperar la iniciativa porque esa su forma natural de lucha y luego utilizarla para destruir las divisiones aliadas. Desde hacía dos meses, Hitler estaba preparando una ofensiva que le permitiera recuperar Amberes, incautar los suministros que allí se almacenaban y destruir su puerto. Eso dejaría el primer ejército estadounidense, a los británicos y a los canadienses, aislados, sin combustible y a merced de los panzers. Se ejecutaría con mal tiempo para evitar la superioridad aérea aliada y el combustible para la segunda fase debía ser incautado al enemigo.

Era un plan que requería un milagro para realizarse y que si fallaba terminaría con toda la fuerza móvil del Reich destruida. Sin embargo, si se hacía abstracción de eso, los generales no podían dejar de convenir que esta vez Hitler se estaba portando de forma muy razonable. Para empezar había nombrado a Von Rundstedt para dirigir las operaciones, un gran profesional que estaba detrás de la planificación y ejecución del cruce del Mosa de 1940 que había llevado a Rommel y Guderian hasta Dunkerke. También la elección del punto de ataque era correcta. El Primer y el Tercer ejércitos estadounidenses se habían ido separando al avanzar desde Normandía y entre ellos había un espacio enorme. Aunque nominalmente esa zona era responsabilidad del Primer ejército, en realidad solo contaba con algunas divisiones sueltas. El ataque sobre Aachen había intensificado el vaciado de efectivos a medida que el Primer ejército se concentraba más y más en su flanco norte. Se daba la circunstancia de que ese lugar era un viejo conocido del estado mayor alemán y que despertaba en todos los oficiales un sentimiento de épica nostalgia. No solo era el mismo donde se había desencadenado el ataque cuatro años antes sino que era también el escenario de la ofensiva de apertura de 1914. La parte alemana de la zona disponía de ramales ferroviarios construidos para esas ocasiones con el expreso propósito de permitir la acumulación de grandes ejércitos tras las colinas de la frontera.

Mientras el bando alemán entraba en el frenesí previo al comienzo de la ofensiva, el debate en BP sobre la razón para la disminución de mensajes interceptados en BP languidecía sin que nadie acertara el verdadero motivo. La realidad era que la ofensiva de Hitler se estaba preparando bajo unas condiciones draconianas de seguridad y las comunicaciones por radio estaban estrictamente prohibidas en la zona de acumulación de efectivos. A medida que las divisiones se situaban en posición, dejaban de emitir. De la mayoría se había perdido el rastro semanas atrás cuando habían comunicado en un último mensaje que estaban acampadas lejos del frente para descansar y reabastecerse. En realidad habían sido embarcadas sigilosamente en largos convoyes ferroviarios. Así habían llegado a las cabeceras de las rutas (rollbahn), en las laderas orientales del Macizo Renano que separa el Rin del Mosa. El transporte se realizaba de noche o aprovechando días de mal tiempo. El reconocimiento aéreo aliado fue capaz de notar el aumento de tráfico pero se asignó erronámente a unidades que se movían desde el frente de Aquisgrán hacia el de Lorena o viceversa.

Norman Cota había sido el héroe de Omaha pero su catastrófica gestión en el bosque Huertgen le había quitado toda la popularidad y lo había enviado al lugar más irrelevante del frente. Estaba acampado con su división en Luxemburgo frente a una amplia tierra de nadie boscosa y abrupta que dificultaba el contacto con el enemigo. Los habitantes de las aldeas habían sido evacuados pero algunos se atrevían a transitarla clandestinamente. El día catorce, una mujer declaró al oficial de información de Cota que había sido secuestrada por un pelotón alemán que patrullaba inusualmente cerca de las líneas estadounidenses. La habían llevado a su puesto de mando, varios kilometros al este para interrogarla y después la habían trasladado a una granja de donde había escapado. Había visto muchos soldados de las SS y uno de ellos le había dicho que "pasaría la navidad en París". Más al norte, una segunda mujer también capturada por los alemanes y que también había escapado, declaró al oficial de inteligencia de otra división que los bosques de la ladera oriental estaban llenos de tanques. Las patrullas estadounidenses que recorrían los senderos forestales de la tierra de nadie oyeron ruido intenso pero lejano de vehículos tres noches consecutivas el 13, 14 y 15. Tuvieron varios encuentros con el enemigo mucho más al oeste de lo acostumbrado hasta entonces y capturaron varios prisioneros. Éstos se mostraban arrogantes y dos que dijeron ser desertores declararon que se estaba preparando una gran ofensiva.

 

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