Enigma 102

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Por Román Ceano

Tras asegurar Trípoli y reparar el puerto, Montgomery avanzó por la carretera de la costa hasta Medenine, la primera población tunecina que se encuentra al cruzar la frontera desde Libia. Pocos kilómetros más al oeste, la llanura se estrecha y la cordillera litoral casi toca el mar, en el punto en que la costa toma dirección norte. En este estrangulamiento y aprovechando un profundo uadi, los franceses habían construido una línea de defensa que cortaba la carretera de la costa. Antes de la guerra había servido para defender el imperio francés de la ambición de Mussolini pero ahora las tropas de Von Arnim se habían atrincherado allí para detener a los ingleses. Montgomery se instaló en Medenine y empezó a preparar un ataque frontal estilo Segundo Alamein.

Rommel vio enseguida la oportunidad. El dispositivo inglés se orientaba hacia el atrincheramiento germano y podía ser atacado desde el flanco izquierdo, es decir desde el continente. Investido de su nueva autoridad, Rommel hizo avanzar a sus tres divisiones por el interior usando la cordillera litoral como pantalla, hasta situarlas detrás de tres pasos. Su estado mayor preparó un detallado plan de ataque para que las tres columnas convergieran sobre la línea enemiga a la vez.

Al amanecer del 6 de Marzo de 1943, una niebla especialmente espesa cubría la zona de Medenine. Las tres divisiones Panzer cruzaron los pasos y se lanzaron a ciegas por la llanura a toda velocidad, mientras la infantería salía del atrincheramiento y simulaba un ataque frontal.

Cuando las divisiones Panzer estaban a medio camino de sus objetivos, la niebla desapareció disuelta por el sol africano. Los comandantes pudieron ver las líneas enemigas acercándose rápidamente sobre unas pequeñas colinas rocosas. A pesar de que el ruido debía haber alertado a los ingleses –en realidad muchos eran neozelandeses- no parecía haber actividad alguna. Siguieron acercándose sin que se disparara ni un solo tiro. Sorprendidos, los comandantes especularon que quizás tenían enfrente soldados novatos que habían abandonado sus puestos o que estaban paralizados por el terror al verse en la trayectoria de un ataque Panzer.

Cuando los primeros tanques estaban ya muy cerca, todos los cañones británicos dispararon a la vez. No sólo los que estaban a la vista, sino muchísimos más que habían permanecido camuflados. En total había 470 cañones antitanque disparando a bocajarro y más de 300 de largo alcance haciéndolo desde más atrás. Dientes de dragón y campos de minas cubrían los posibles flanqueos.

La masiva erupción paralizó el ataque mientras los carros de la vanguardia explotaban uno tras otro. En el único lugar en que los alemanes rompieron la línea británica, fueron rechazados por un contraataque extremadamente enérgico de docenas de Shermans.

El ataque se detuvo y los tres comandantes de las columnas aguardaron órdenes de Rommel. Era evidente que el plan original era inviable puesto que los tres focos de la defensa hacían frente casi exactamente a las tres puntas del ataque.

Rommel observaba la escena desde los altos de Halouf, que dominaban el campo de batalla. Los testigos lo vieron agarrotado y con aspecto de estar muy enfermo, mirando con los ojos desenfocados la increíble violencia desencadenada de forma tan súbita como inesperada. Fue incapaz de reaccionar y sus comandantes esperaron órdenes en vano.

Al final decidieron por su cuenta reanudar el ataque pero de una forma más cauta. A primera hora de la tarde, los granaderos y el resto de soldados de a pie avanzaron apoyados por los tanques y una barrera artillera. La respuesta inglesa fue igual de violenta que por la mañana. Ningún alemán o italiano llegó a estar en una posición desde la que pudiera disparar su fusil o mucho menos arrojar una granada.

Los atacantes se retiraron antes del anochecer dejando sobre el terreno un tercio de sus tanques y una alfombra de cadáveres. Como era característico en Montgomery, no hubo transición defensa-ataque sino que el Octavo Ejército dedicó la noche a reforzar las posiciones.

La batalla de Medenine no es muy conocida pero resultó mucho más decisiva que la del Paso Kasserine. Fue la última carga del Afrika Korps y la última aventura de Rommel en África. Pocos días después era evacuado a Europa gravemente enfermo y en un estado de total postración.

Uno de los recursos narrativos con más fuerza dramática es someter al protagonista a súbitos cambios de fortuna. Las batallas del Paso Kasserine y Medenine representan un caso extremo, digno del Hitchcock más tramposo. En apenas quince días, Rommel pasó de una victoria modesta pero vistosa a una derrota catastrófica e irreversible.

La clave de las alternativas estaba en la diferente preparación que habían tenido ambos ataques. El tráfico de mensajes generado por la planeación sistemática y la coordinación previa entre las columnas habían resultado mortales en Medenine. Montgomery dispuso por adelantado de todo el plan de Rommel con un detalle que llegaba hasta el nivel de batallón. Situó sus tropas ciñéndose con tal meticulosidad a la planificación enemiga que, para disgusto del Cobertizo 6, después de la batalla se interceptaron mensajes alemanes preguntándose dónde estaba la filtración.

En el Paso Kasserine los tratos verbales sobre la marcha –la mayoría presenciales- entre Kesselring, Von Arnim, Ziegler y Rommel, si bien resultaron en graves descoordinaciones operativas, les dieron la oportunidad de sorprender a los Aliados e imponer la ventaja táctica sobre el terreno que les otorgaba la veteranía de sus tropas.

Al igual que la suerte de los aqueos en la llanura troyana dependía de unas tramas invisibles para ellos que acontecían más allá de las nubes, las aventuras y desventuras del Afrika Korps hacía muchos meses que tenían su origen en un plano de realidad que le era ajeno. Aunque sus enemigos no eran dioses, tenían la desconcertante capacidad de leer todos casi los secretos que los alemanes confiaban al éter.

Muchos subordinados de Rommel sin formación en criptografía se preguntaban cómo era posible que el Octavo Ejército hubiera adoptado súbitamente una formación defensiva tan precisamente estudiada para contener el ataque que lanzó el Afrika Korps. Por suerte para los ingleses, los expertos y los oficiales de inteligencia alemanes negaron una vez más que Enigma fuera vulnerable.

La campaña del norte de Africa tocaba a su fin y uno de sus legados era la consagración de Ultra como un arma de guerra devastadora. Todos los que conocían su existencia sabían que el cambio de la marea en ese teatro de operaciones –desde la caída de Tobruk hasta Medenine- aunque era producto de muchos factores, no podía explicarse sin hablar de BP.

En primer lugar, el bloqueo del Mediterráneo había aislado al Afrika Korps. Esa operación por sí sola había sido un prodigio de coordinación e inteligencia. La forma como se había centralizado la información de muchas fuentes (incluyendo varios sistemas de cifrado diferentes) había permitido la cuidadosa selección de objetivos, hundiendo los barcos con combustible y suministros pero dejando pasar los que llevaban víveres. Las precauciones previas a los hundimientos –enviando un avión o una patrullera a “descubrir” el objetivo- habían protegido el secreto y permitido a los actores ocultos trabajar desde las sombras.

Pero la influencia de BP no se había limitado a debilitar a Rommel. Hubiera sabido aprovecharla o no, desde muchos meses atrás Montgomery y su estado mayor tenían acceso pleno casi en tiempo real a toda la información relevante sobre el Afrika Korps. No sólo conocían la posición de cada unidad, sino también sus efectivos, su nivel de suministros, las órdenes que le habían enviado e incluso el nombre de su comandante.

La organización de la recogida, descifrado y diseminación de la información se había ido mejorando de forma continuada, desde los titubeantes inicios durante la campaña de Francia hasta el complejo sistema que casi había vuelto loco a Rommel.

El primer nivel del dispositivo eran los puestos de escucha, llamados “estaciones Y”. Además de los que estaban situados en las islas Británicas y del gran centro de Heliópolis (El Cairo), se habían establecido muchos sobre el terreno para leer los mensajes de emisores de poca potencia.

El tráfico captado en estos puestos era seleccionado atendiendo al tipo de cifra. Los mensajes con cifrados de código –generalmente números- eran para uso en conversaciones verbales por radio para aviones o unidades menores (eg. 10=tanque, 17=fuego de cobertura, 78=munición blindada, etc...). Se compilaban sobre todo porque también eran utilizados en los mensajes cifrados con Enigma o Doble Playfair.

El Doble Playfair era muy popular en el ejército alemán y lo utilizaban todas las unidades que no disponían de una Enigma. En muchas estaciones Y se descifraban manualmente los Dobles Playfair interceptados para que se pudieran usar los mensajes en claro inmediatamente.

Los mensajes cifrados con Enigma eran enviados a Heliópolis. Desde allí unos cuantos se remitían a BP para que se utilizaran para los menús de las Bombas. Una vez BP contestaba con las claves, se podía iniciar el descifrado masivo gracias a las docenas de replicas de Enigma con que contaba Heliópolis.

El eslabón final de la cadena eran los llamados “camiones SSU”. Estaban desplegados sobre el terreno y tenían acceso a toda la información de los descifrados. Recibían de los centros locales de criptoanálisis –situados normalmente en las “estaciones Y”- los mensajes en claro de Doble Playfair y desde Heliópolis los informes completos conteniendo toda la información producto de Enigma.

Estos camiones solían aparcar al lado de los puestos de mando. Cualquier oficial con autorización, podía entrar y “echar una ojeada al otro lado de la colina”, como Wellington solía llamar a los informes de George Scovell sobre los movimientos y planes franceses.

Todo este dispositivo requería la presencia de gran cantidad de personal especializado que en su mayoría procedía de BP. La experiencia de los criptonalistas en el norte de África era completamente diferente a la que habían tenido en Bletchley. Trabajaban en pintorescos escenarios, con la guerra a la vista y viviendo las emociones en primera fila.

Noel Currer-Briggs era uno de estos desplazados y acompañaba a las tropas americanas. Era el responsable de una estación Y móvil en la que además era el encargado de descifrar los Dobles Playfairs.

Las claves de éstos se cambiaban cada madrugada a las 00:00 y consistían en dos cuadrados completos (en lugar del sistema de clave en que solo una parte del cuadrado está ordenada siguiendo ésta). El Doble Playfair no consiste en realizar dos Playfairs consecutivos sino uno solo utilizando un cuadrado para cada carácter del dígrafo. Es muy seguro si se envían pocos mensajes con cada clave, pero con mensajes largos y/o muchos mensajes sobre los que trabajar es fácil de romper.

Currer-Briggs había aprendido a hacerlo en BP donde el grupo de Tiltman los abría como si fueran nueces. Utilizaban intercepciones provenientes del frente Ruso y tenían cientos de mensajes por clave.

En primer lugar, el análisis de frecuencia de dígrafos les proporcionaba una serie de hipótesis cuya certeza aumentaba rápidamente con la cantidad de material. Una vez establecida esta base, se utilizaba el método de la palabra probable. Al igual que en los mensajes de Enigma, los alemanes no renunciaban a los encabezamientos fijos en los que incluían el cargo del receptor, su unidad y la población en que estaba. Los largos títulos de sus oficiales (ej. Obergruppenfuhrer, Unterstumpbannfuhrer), los largos nombres de sus unidades (ej. Panzerlastkraftwagen) y las denominaciones de algunas ciudades rusas (ej. Dniiepropetrowsk, Novorissiisk, etc..) proporcionaban larguísimas palabras probables.

La forma de cifrar era dividir el texto en secuencias de 16 dígitos que daban lugar a 8 dígrafos. Estas palabras tan largas implicaban a la mayoría de dígrafos de una secuencia en alguna de las dos posiciones y en muchos casos en las dos. Otras peculiaridades lingüísticas, como las letras repetidas, los literales de los números (ya que el Playfair sólo permite letras), etc... ayudaban a abrirse paso. Resolviendo una sola secuencia de un solo mensaje, se obtenían los dos cuadrados casi completos con lo que se abrían todas las comunicaciones de la red el resto del día.

Antes de partir para África, Currer-Briggs fue entrenado a resolver Dobles Playfair sin utilizar la estadística de frecuencia de dígrafos y usando muy pocos mensajes, para simular las condiciones que encontraría sobre el terreno. Al llegar descubrió que para descifrar hacía falta un mínimo de confort. Tras trabajar junto a las tropas, bajo la lluvia, a la luz de linternas y tirado por el suelo, vio que su rendimiento era mucho menor que el que había tenido en BP incluso con menos mensajes. Por ello le fue concedido permiso para establecerse en construcciones requisadas y se le asignó una guardia. Solía instalar su equipo de criptoanalistas y técnicos en los fuertes tipo Beau Geste de la Legión Extranjera que salpicaban el paisaje argelino.

A pesar de su romanticismo, eran muy insalubres ya que no contaban con las instalaciones modernas. Por ejemplo, uno de los más pintorescos era el de Constantine, en la cima de un risco y dominando un profundo desfiladero. Currer-Briggs recordaría toda su vida las lecturas de Virgilio en lo alto de la muralla pero también el penoso trabajo de vaciar las letrinas con una pala.

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