Enigma 103

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Por Román Ceano

Tras la victoria en Medenine, una parte de los criptoanalistas fue repatriada a Inglaterra. Al volver a Bletchley Park, los que llevaban más tiempo fuera notaron un gran cambio. Del jardín original solo sobrevivía el lago con una pequeña zona arbolada alrededor. Todo el resto de la finca estaba edificado. Durante el último año se habían construido varios edificios de planta y un piso muy extensos. Estaban formados por series de bloques unidos por un pasillo central. Tenían tamaños muy diferentes y no parecían haber sido planificados por un urbanista sino por un jugador de dominó que los hubiera hecho encajar sobre la marcha hasta llenar la finca.

La mayoría de departamentos se habían trasladado a esos bloques, denominados con letras de la A a la H. Al igual que no tenían sentido desde el punto de vista urbanístico, los bloques no tenían ninguna lógica funcional. Las secciones habían sido asignadas a los edificios de una forma aleatoria, basada en decisiones repentinas y cambios de idea. Conservaban sus antiguos nombres y por ejemplo lo que se seguía llamando “Cobertizo 6” era ahora una organización de cientos de personas que ocupaba toda la primera planta de unos de los edificios más grandes.

El análisis de tráfico que por falta de espacio había estado mucho tiempo en Beaumanor, acababa de ser reincorporado a BP. Beaumanor era una gran mansión situada más al norte, adquirida también por el SIS. Si el jardín de Bletchley Park había sido devastado por la construcción de edificios, el de Beaumanor lo había sido por la instalación de cientos de antenas de todas las formas y tamaños. Sus espaciosos salones estaban llenos de filas y filas de jovenes WRENs y WAFs tocadas con pesados auriculares que manipulaban con una mano el sintonizador y con la otra el lápiz...

La centralización en Beaumanor del control de las escuchas de todas las estaciones Y de Inglaterra y Escocia había dado al análisis de tráfico una dinámica autónoma. El mantenimiento actualizado de toda la información referente a los indicativos y redes alemanes, permitía organizar a las operadoras de una manera mucho más eficaz. La eficacia obtenida maximizaba las escuchas creando un círculo virtuoso que terminó por identificar todas las emisoras militares germanas activas en Europa. Pronto se pasó al siguiente nivel de control y mediante la descripción de las rutinas de cada red, se pudo empezar a planificar las escuchas para concentrarse en las horas de más actividad de cada una.

La información geográfica obtenida mediante triangulación a gran escala de los datos de estaciones Y situadas en los extremos de la Isla completó el cuadro asignando coordenadas a cada conjunto de indicativos. Las paredes de la llamada Sala de Fusión -el núcleo del sistema- estaban cubiertas con tableros llenos de mapas y esquemas. Los visitantes de Beaumanor quedaban impresionados al leer sobre esas paredes toda la disposición del ejército alemán con el mismo detalle que si estuvieran en el cuartel general enemigo.

El traslado a Bletchley obedecía a la voluntad de Travis ampliar todavía más el departamento y unificar sus archivos con los del Cobertizo 6. La antigua sala de Fusión evolucionó en una gran organización de análisis de tráfico que sería llamada Sixta. Se le había reservado la planta baja del mismo edificio en que el Cobertizo 6 ocupaba el primer piso. La sinergia entre ambas, unida al uso masivo de archivos indexados de tarjetas perforadas, permitiría hacer para todo el ejército alemán lo que se había hecho para el Afrika Korps. Gracias al sistema de transporte neumático, era posible comunicar los tres vértices de este triangulo (Cobertizo 6, Sixta y el archivo central) creando flujos de trabajo complejos a gran escala.

Para facilitar el funcionamiento conjunto con el Cobertizo 6 y como premio a sus grandes logros, Welchman reunió a todos los que trabajaban en Sixta y les comunicó en persona que los mensajes estaban siendo descifrados, algo que hasta ese momento no sabían. Probablemente le caían simpáticos porque le debían recordar sus tiempos haciendo ese tedioso trabajo en el colegio Elmer, cuando por puro aburrimiento elaboró las reflexiones que llevarían a la creación del Cobertizo 6.

Un cambio que resultaba muy agradable a los criptoanalistas que volvían de sus misiones en África era la presencia ahora ya mayoritaria de las WRENs y WAFS. Tras tantos meses de socializar solo con hombres, era encantador intercambiar trivialidades con ellas en la cola de la cafetería o en los largos trayectos de autobús. Es probable que ellas encontrasen agradable socializar con hombres de aspecto atlético y cutis curtido por el sol.

Aunque los mandos de las chicas -que eran oficiales masculinos de la marina y la aviación- querían confinarlas en cuarteles, mientras se construían éstos las alojaban donde podían. Algunas estaban en grandes dormitorios en mansiones, abadías y colegios requisados, pero muchas estaban repartidas en tríos o parejas por granjas rurales que alquilaban habitaciones.

Sus conversaciones solían versar sobre las anécdotas que les habían sucedido en los alojamientos, desde encuentros con ratones y murciélagos hasta fuertes choques culturales con matronas campesinas que tenían una idea muy clara de como debía comportarse una chica soltera. Tampoco faltaba la que traía comida para repartir en los descansos, gracias a la fiebre de cocinar que la presencia de huéspedes causaba en algunos hogares especialmente acogedores.

La provisión aparentemente infinita de este personal era lo que alimentaba el crecimiento exponencial de la operación Ultra. Además del trabajo de escucha en lugares como Beaumanor, estas chicas operaban las salas de bombas, tanto las que estaban en el propio Bletchley Park como las que se estaban instalando en otras localizaciones.

La vida para ellas en las nuevas salas de Bombas era aún peor de lo que lo había sido en la pequeña sala pionera situada junto a la Granja. Las docenas de máquinas trabajando juntas hacían un ruido atronador de un insidioso carácter rítmico que embotaba los sentidos por su efecto hipnótico. Durante los largos turnos, a la espera de que llegara un nuevo menú o que terminara la prueba de otro, las chicas se mantenían despiertas a base de fumar y hablar entre ellas.

Las Bombas en sí eran aparatos muy desagradables de mantener y operar. Además del fuerte calor que desprendían cualquier roce podía causar un calambrazo. La gran potencia eléctrica que consumían, su diseño sobre la marcha y su manejo apresurado hacían que fuera habitual sufrir descargas. A veces era solo un pellizco pero en muchos casos era una descarga muy potente. Las personas que trabajaban en las salas de Bombas solían tocarlas lo menos posible y siempre con mucha precaución. Se contaban anécdotas de objetos metálicos volatilizados en un chispazo tras caer dentro las partes más peligrosas de la Bomba.

Además del daño a las personas, la electricidad sin control causaba un continuo olor a chamusquina. No era raro ver hilos de humo salir de algún conector o tener que apagar a zapatazos pequeños incendios en los recubrimientos de los cables. El incidente más grave se produjo en la gran sala de Bombas de BP cuando el personal de limpieza derramó sin querer un producto sobre la unidad de alimentación de un grupo de bombas. Las altas temperaturas incendiaron el líquido. El suelo resultó ser también inflamable y muy pronto la sala estaba llena de llamas y humos tóxicos.

Alguien llamó por teléfono a los bomberos que acudieron rápidamente pero la guardia de la puerta no los dejó pasar. Las WRENs lograron apagar el fuego con la ayuda de algunas personas que acudieron al oir el tumulto. A raíz del suceso se estacionó un pequeño pelotón de bomberos en la mansión y se estableció un protocolo para la entrada de la brigada del condado.

La Bombas eran con mucho el aparato más común en las salas pero las WRENs más veteranas y que se habían ganado la confianza de los criptoanalistas tenían acceso a muchos otros. Algunos eran prototipos que nunca acababan de funcionar y otros eran diseños que terminaban no encajando en los procedimientos. Entre otras, había máquinas para hallar la configuración del panel de Enigma, varios intentos de Bomba de cuatro ruedas y un emulador del cifrado de Pez que trabajaba con relés y sin ruedas.

A finales de la primavera de 1943 las chicas contemplaron con estupefacción el engendro más raro de todos. Se trataba de una especie de somier puesto de pie y con un rack de luces adosado. Por el interior del somier corrían dos tiras de papel perforado de teletipo. Les dijeron que se llamaba “Robinson” y ellas lo bautizaron como “Heath Robinson”. Heath Robinson era un dibujante que publicaba cada semana un invento estrafalario, análogo a los que en España publicaría años después el insigne profesor Franz de Copenague y que serían conocidos popularmente como “los inventos del TBO”.

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