Enigma 03

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Por Román Ceano

La derrota de los Imperios del Centro y la descomposición del Imperio Ruso habían hecho desaparecer la autoridad centralizada de la mayor parte de Europa. En todas las ciudades que hubieran sido alguna vez capitales de algo, por lejano que fuera ese momento en el tiempo, milicias de soldados desmovilizados proclamaban la independencia de la nación correspondiente. Muchas de estas proto-naciones enviaban delegaciones a París para pedir el territorio que a su juicio les correspondía, mientras intentaban conquistarlo y mantenerlo por la fuerza, tanto contra otras proto-naciones como contra los restos de los ejércitos de los diversos imperios.

La comisión que trataba sobre el futuro de la Polonia independiente y reunificada que había prometido Wilson públicamente, fue la que celebró más reuniones de toda la conferencia. La delegación polaca estaba dividida en dos. Por una parte estaban los antiguos exiliados polacos en París y por otra los delegados enviados desde Varsovia por un gobierno provisional que había proclamado la resurrección de Polonia, en medio de delirantes manifestaciones de alegría callejera. Ambas delegaciones manejaban enormes mapas con versiones gigantescas de la Polonia medieval que, en su máximo apogeo, había formado una confederación con Lituania, dominando una amplia zona desde el Báltico hasta el mar Negro. No pedían Ucrania, pero dejaron caer que no la rechazarían. El resto de delegados de la comisión, y especialmente los norteamericanos, veían con simpatía a la causa polaca, aunque la tozudez y ambición de las dos delegaciones les sacaba rápidamente de quicio. No podían darles todo el territorio que pedían sin quitárselo a otros como los lituanos, los checos, los eslovacos y los ucranianos, que lo reclamaban con mapas igual de extravagantes.

El criterio étnico no dejaba nada claro, ya que en algunas regiones las mayorías eran de 60% contra 40%, o había un triple empate entre tres nacionalidades. Además, en el campo la mayoría solía ser diferente que en las ciudades. Los polacos estaban un poco por todas partes, ocupando un área discontinua, no definida por ningún accidente geográfico concreto, sobre la inmensa llanura centroeuropea. Mientras la delegación discutía, un ejército de antiguos soldados polacos de los imperios centrales imponía su ley en un territorio que parecía no tener límite, puesto que tan pronto estaban a las puertas de Vilna como amenazaban Kiev.

La crispación fue subiendo de tono mientras las tres grandes potencias disentían entre sí y la propia delegación polaca se dividía más y más, hasta el punto de que los exiliados en París amenazaban con tomar Varsovia, con el ejército de voluntarios polacos que había combatido con los franceses. Los norteamericanos llamaron a Paderewski, que puso orden y unificó la posición polaca. El ejército de exiliados fue a Varsovia y se fusionó con el ejército de los que habían combatido con los imperios centrales. Como los polacos siempre habían combatido en todos los bandos en unidades polacas con oficiales de la misma nacionalidad, ahora disponían de un ejército perfectamente estructurado y numeroso, que ganó cinco guerras de tamaño creciente en los seis meses que duró la conferencia.

Poco a poco, las fronteras conquistadas por la fuerza y las que se trazaban en los mapas en Paris fueron encajando, hasta que la delegación polaca estuvo casi satisfecha con el enorme país que se habían procurado. El problema que quedaba era la famosa salida al mar. Wilson la había prometido y Polonia la necesitaba. No iban a discutir sobre eso, e incluso Paderewski hizo saber a Wilson que no era algo negociable. Una vez descartado anexionar Lituania a Polonia por la ruidosa negativa de los lituanos, había que buscar otra solución más al sur.

Los expertos norteamericanos tenían muchos problemas, puesto que si bien a base de unir áreas de tenue mayoría polaca lograban llegar hasta el Báltico, siguiendo el valle del Vístula, no había ninguna ciudad con polacos que tuviese costa. Los polacos pedían Danzig, que era una ciudad completamente alemana en la que no vivía ni un polaco. Los norteamericanos estaban cansados de todo aquello y dispuestos a lo que fuera para terminar. Los franceses buscaban dañar a Alemania todo lo que pudiesen, y quitarles Danzig partía el país en dos, por lo que lo encontraban muy razonable. Los ingleses se preguntaban qué pasaría cuando Alemania se recuperase. ¿Quién defendería Danzig de las iras teutonas?. Si la estabilidad era el objetivo, Danzig debía ser alemán.

La delegación alemana se negó en redondo a ceder Danzig, y señaló que los polacos que vivían en Alemania estaban muy integrados, por lo que debían celebrarse referéndums para saber cual era su voluntad. A la vez que les intentaban quitar Danzig, en otras comisiones les arrebataban otras partes de su país. Su frontera con Francia, por ejemplo, había retrocedido mucho hacia el norte, y se encontraba casi donde la había querido poner Napoleón. Los alemanes sólo fueron invitados a la fase final de la conferencia, por lo que cuando llegaron poco podían hacer. Intentaron presentar su punto de vista, pero con una pomposidad y con un tono marcial que no les granjeó ninguna simpatía. Su punto principal era que ellos también eran una nación, así que tenían derecho a un estado sobre todo el territorio en que había alemanes, al igual que las demás naciones.

Pero con ser el tema territorial muy importante, otra amenaza les preocupó aún más. El norte de Francia estaba devastado y el presidente francés quería que los alemanes pagasen una indemnización que cubriese todo el coste de la reconstrucción. También se decidió que debían resarcir a los vencedores de todos los costes de la guerra, como si ésta fuera un juicio que debiera pagar la parte perdedora. Secretamente, Francia quería volver a la situación anterior a la guerra Franco-Prusiana de 1870, cuando ambos países eran parecidos en población e industria. Esto resultaba imposible, porque Alemania había crecido mucho en pocos años, mientras la población francesa estaba estancada y su industria era mucho menor. El tema de las reparaciones se arrastró durante meses, mientras los alemanes exigían pagar una cantidad finita y los franceses cobrar otra, si no propiamente infinita, si por lo menos imposible de cifrar hasta que se calculasen todos los guarismos implicados.

La delegación alemana se sintió traicionada, porque Francia consiguió hacerle mucho más daño en la conferencia del que le podría haber hecho nunca en el campo de batalla. Tan sólo la prudencia inglesa, que miraba con preocupación la cantidad de contenciosos territoriales que la ilusoria política de autodeterminación de Wilson junto a la mala fe francesa estaban creando, impidió que Alemania saliera aún peor parada. Aún así, el mapa final de Alemania mostraba grandes mordiscos en los cuatro puntos cardinales, y siempre en zonas ricas por su minería y/o industria. En el norte, un área en forma de cuerno de rinoceronte se clavaba de forma especialmente dolorosa en el costado, y llegaba hasta el Báltico partiendo el país en dos. En la punta del cuerno estaba Danzig, entregada de facto a Polonia mediante un complicado subterfugio de soberanía internacional y aduanas polacas.

EnigmaEn lo referente a las indemnizaciones, para evitar cerrar la cifra, en el texto sólo se nombraban los sumandos terroríficos (reconstrucción completa de Francia y Bélgica, gasto total de los vencedores, indemnizaciones para todos los lisiados, pensiones para las viudas, lucro cesante, etc...), dejando el cálculo para el futuro, ante la dificultad de compilar todos los datos. Estaba claro que aunque Alemania pagara más de lo prudente para su economía durante decenios, no conseguiría reducir aquella deuda de pesadilla, cuyo monto total, en palabras de un experto, sería "con toda seguridad, la cifra contable más alta concebida jamás por una mente humana". La promesa noramericana de una paz justa había resultado papel mojado. La redacción final declaraba que Alemania había causado la guerra, y por tanto debía pagar con dinero y con territorio.

Los delegados alemanes abandonaron Paris para consultar a su gobierno, que ya no era el imperial del Kaiser Guillermo II, sino una república democrática, surgida tras una breve revolución. A su llegada cayó el gobierno, porque nadie quería tomar la decisión de firmar o volver a la guerra. Desde Paris, las tres grandes potencias enviaron un ultimátum de pocas horas. Tras varias peripecias, se consiguió reunir el parlamento, que votó a favor de aceptar los términos ,excepto aquellos artículos donde se culpaba a Alemania en solitario de haber empezado la guerra. Ante la negativa fulminante de las potencias que movilizaron sus tropas para preparar la invasión, el parlamento se volvió a reunir con unos pocos diputados y finalmente aceptó firmar, en un ambiente de postración y derrota. Muchos parlamentarios de extrema derecha alegaron posteriormente estar ausentes de la sala, y el ejército, que había sido quien originalmente pidió la rendición, acusó a los políticos que votaron de haberles vendido al enemigo con sus votos. La rendición dijeron, "había sido una puñalada en la espalda de la patria".

 

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