Enigma 82

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Por Román Ceano

Mientras en los cobertizos de BP se desarrollaba la batalla contra las claves y configuraciones, Kenworthy luchaba su propia guerra desesperada. El inminente aumento de líneas que usarían radioenlaces, haría que la necesidad de intercepciones se multiplicara. La estación de escucha de la policía metropolitana en Denmark Hill había sido ampliada con todos los operadores que había sido posible reclutar y los pequeños talleres de que disponía estaban fabricando onduladores a marchas forzadas. Kenworthy estaba desbordado en su triple función de experto en transliterar Baudot desde las tiras de papel, sintonizar la recepción y dirigir todo el operativo.

Las frecuencias utilizadas por el sistema Pez eran mucho más altas que las del morse de Enigma. Las antenas direccionales y la precaución de no utilizar potencias demasiado altas convertían la mera captación de la señal en una hazaña. Los alemanes habían ido desarrollando la técnica sobre la marcha y ahora Kenworthy debía hacer lo mismo. Entre otros muchos problemas, era necesario desarrollar algo más sofisticado que el ondulador...

Idealmente hacía falta un equipo parecido a los que usaban los operadores alemanes, que imprimiera las intercepciones en papel en cinta perforada. Eso eliminaría el penoso trabajo de hacer la transliteración a mano. Era una tarea muy difícil ,y el escaso número de personas que podían realizarla constituía un grave cuello de botella. Desgraciadamente la mayor parte de los componentes electrónicos utilizados en Inglaterra se fabricaban en Alemania y apenas quedaba stock de ellos. Por tanto no era sólo cuestión de diseñar los equipos, sino que además había que crear una industria para fabricar los componentes necesarios desde cero.

Estos problemas atormentaban a Kenworthy, pero ninguno tanto como el de las antenas. Además de la estación de Denmark Hill, utilizaba varios lugares más, situados en altozanos cerca de la costa donde las condiciones eran mucho mejores. Eran lugares que pertenecían a la marina o a la aviación, y le costaba mucho que siguieran sus instrucciones. Sus antenas no habían sido diseñadas para frecuencias tan altas, por lo que en cualquier caso no eran idóneos ni mucho menos.

Tiltman consiguió una asignación del comité Y, y le encargó a Kenworthy buscar un emplazamiento. Tras desechar varios lugares por diversas razones, localizó una granja en la cima de una de las colinas de la formación geológica de los Downs, famosa porque de ella forman parte los acantilados blancos de Dover. Era una meseta muy llana, situada a 240 metros sobre el nivel del mar y sin obstáculos en ninguna dirección.

El problema era que todo debía hacerse con el acostumbrado secreto. El propietario, a pesar de que el terreno le había sido confiscado, decidió seguir arando la tierra con la esperanza de que el uso que se le diera fuera compatible con su actividad agrícola. Kenworthy protestó al ministerio de la guerra pero le respondieron que para desalojarlo necesitaban autorización de un departamento llamado Terrenos de Guerra, que no dependía del ministerio. Los intentos de establecer la estación de escucha en Knockholt se convirtieron en el cuarto trabajo de Kenworthy, y a finales del verano de 1942 no había logrado instalar ni una sola antena.

En BP -por el contrario- la operación impulsada por Tiltman iba viento en popa. Considerando que la fase experimental había terminado, decidió crear un nuevo departamento dedicado sólo al descifrado de Pez. Para dirigirlo eligió al Mayor Tester, que hasta ese momento estaba al cargo de un pequeño grupo de su departamento que trabajaba en las cifras de la policía alemana, basadas en un doble Playfair.

Ralph Tester había sido antes de la guerra un alto ejecutivo del departamento de contabilidad de Unilever, una multinacional del sector de gran consumo que disponía de marcas muy populares, especialmente en el sector jabones. Era un hombre increíblemente apuesto, que causaba sensación por su sola presencia. Cuando jugaba a tenis en la pista junto a la mansión, sus movimientos felinos hacían suspirar a las féminas durante los cambios de turno.

En el trabajo, siempre con la pipa entre los dientes, daba tranquilidad y sentido de dirección a sus subordinados. Sin ser un criptonalista del nivel de Tiltman, Knox o De Grey, tenía la habilidad y experiencia suficientes para comprender incluso problemas de alto nivel, aunque no pudiera resolverlos. Esto, y su experiencia civil, le permitían organizar el trabajo con gran efectividad. Su departamento se llamó informalmente Testería, en el típico chascarrillo del gusto de los veteranos de BP.

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