Enigma 50

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Por Román Ceano

A pesar de la extraordinaria marcha de los trabajos de diseño y contrucción de la Bomba, Birch no estaba nada contento con Twin, Turing y su amigo Whelchman. Durante meses había seguido la construcción de la Bomba. Durante el mismo período, el Cobertizo 6 había descifrado a mano cientos de mensajes, utilizando los diversos trucos que habían ido improvisando. En cambio, el cobertizo 8 no había descifrado más que unos pocos el Mayo anterior y aparentemente sólo gracias a la captura del Polaris durante la batalla de Noruega.

Un par de semanas después de instalada la Bomba "Agnes", constató que seguían sin descifrar otra cosa que esos mismos mensajes en una carta de protesta que envió a Travis. Birch consideraba que eran personas poco sistemáticas y que carecían de determinación. Su obsesión por los atajos y su desprecio por las palabras probables que les enviaban desde el cobertizo 4, resultaban irritantes. Por su parte, Twin y Turing hacían chistes públicamente donde ridiculizaban las sugerencias de palabras probables que les llegaban. El debate se hizo bastante agrio y Birch llegó a pedir que se les prohibiera cambiar sin permiso las palabras que probaban durante sus inútiles ataques a los mensajes nuevos.

El trasfondo de todo el nerviosismo era que los alemanes estaban hundiendo muchos barcos mercantes. Ese mismo mes de Agosto se decidió cambiar los códigos usados por la Marina, ya que se sospechaba que los alemanes podían leerlos. La situación mejoró un poco, pero sólo de forma pasajera. Cuando a finales de Septiembre los alemanes desmantelaban las bases que deberían haber servido de lanzamiento a la operación León Marino, las rutas marítimas que conducían a las islas se estaban convirtiendo en cementerios marinos. Descartado el asalto, el asedio era la nueva estrategia. Y en lugar de un pomposo incompetente como Goering, este asedio estaba comandado por un experimentado y astuto marino.

El almirante Doenitz había planificado al detalle la mejor forma de aislar Inglaterra. Desde las nuevas bases en la Bretaña francesa los submarinos podrían acceder al Atlántico de una forma mucho más directa que cuando operaban desde los puertos alemanes. Un centro de coordinación recién construido cerca de Lorien dirigiría una batalla que los alemanes ya habían estado a punto de ganar en la Gran Guerra.

Además de sus flamantes bases y el resto de infraestructura, Doenitz tenía preparadas unas nuevas tácticas revolucionarias. Hasta entonces los submarinos se habían limitado a operar individualmente, navegando cerca de las rutas o apostados en los lugares de reunión entre los convoyes que venían de la costa americana y la marina inglesa. Esto había resultado efectivo, pero podía ser sensiblemente mejorado.

Bautizó la nueva técnica como táctica de la Manada de Lobos, un nombre que evocaba los bosques de la Prusia Oriental y la mitología Wagneriana tan querida por los jerarcas nazis. Los lobos buscan las presas merodeando en solitario, pero atacan en grupo usando complicadas tácticas que les permitan superar su inferioridad física individual. Análogamente, los submarinos buscarían en solitario y luego se reunirían para desencadenar un ataque demoledor contra el convoy.

Para maximizar la efectividad en la fase de acecho, todo el grupo se desplegaría formando una línea de muchas millas de longitud que cortaría perpendicularmente las rutas conocidas, al igual que lo habían hecho las fragatas de Nelson durante los bloqueos marítimos de la época Napoleónica. Los submarinos estarían muy separados, pero no tanto como para que un convoy pudiera pasar entre dos sin ser visto.

Cuando el convoy fuera avistado por uno de ellos, éste debía transmitir inmediatamente por radio al centro de control las coordenadas, así como dirección, velocidad y número de barcos. El centro de control realizaría todos los cálculos necesarios y a continuación transmitiría a todos los miembros del Wolfpack un punto de reunión y una configuración para la emboscada. Idealmente se planificaría el encuentro para que tuviera lugar a última hora de la tarde y así facilitar el ataque nocturno desde la superficie, con los comandantes sobre las torretas.

El método resultó extraordinariamente efectivo, y cuando en Octubre estuvo a pleno funcionamiento causó la destrucción de varios grandes convoyes. El pánico cundió en el Almirantazgo. El ritmo de pérdidas era insostenible y en pocos meses pondría Inglaterra de rodillas.

Pero los nuevos problemas trajeron a los ingleses nunevas oportunidades. Antes del establecimiento de las nuevas tácticas, los submarinos operaban en silencio radio y resultaban imposibles de localizar hasta el momento del ataque. Ahora, se veían obligados a enviar y recibir mensajes para coordinarse. Si se interceptaba un mensaje desde un submarino situado cerca de un convoy, esto quería decir que se preparaba un ataque contra él y que debía iniciar maniobras de evasión o protección. Hinsley por primera vez tenía material para aplicar su magia inductiva.

Pero estaba claro que en teoría era posible ir mucho más allá. Conociendo el éxito que estaba teniendo el desciframiento de otras redes de Enigma, era razonable pensar que descifrando los mensajes que salían del centro de control resultaría posible saber la posiciones de acecho, y desviar el convoy incluso antes de que fuera localizado.

Birch renovó la presión sobre Turing y Twin. Ya tenían su máquina y se habían acabado las excusas. Inglaterra necesitaba resultados sobre la mesa o se arriesgaba a ser destruida sin necesidad de paracaidistas ni desembarcos.

Los dos matemáticos se reunieron con Travis una vez más para explicarle lo que ya le habían explicado innumerables veces. La Enigma naval tenía un procedimiento de negociación de claves muy sofisticado (el sistema de dígrafos). Además los operadores eran disciplinados y nunca se les había pillado haciendo tonterías como las que tantas veces habían permitido obtener claves de las redes que operaban con la Enigma militar (especialmente las de la Lutwafe, que hacían gala del mismo amateurismo que su comandante). Para descifrar la Enigma naval hacían falta las tablas de dígrafos, los libros de claves o larguísismas palabras probables, que sólo podían obtenerse tras una temporada descifrando. Así que toda la tormenta acabó con la conclusión de costumbre.

Tanto Birch como Knox presentaron sus ideas para obtener palabras probables seguras. Birch sugirió enviar mensajes aleatorios a los submarinos con la esperanza que éstos los cifrasen con Enigma, para preguntar al control qué significaban. La idea de Knox era aún más desesperada y consistía en solicitar a un submarino que confirmase sus tablas de dígrafos, enviándolas en un mensaje cifrado. Tenía la esperanza de que el rodding podría romper un mensaje con esa estructura si encontraban un comandante suficientemente tonto. También se habló de lanzar minas en medio del Atlántico y después descifrar el mensaje que emitiera el submarino que las encontrara, usando como palabra probable la posición de éstas.

John Godfrey, Director de Inteligencia Naval (y que por tanto dependía directamente del Almirantazgo), diseñó una serie de planes destinados a obtener libros de claves y/o tablas de dígrafos de una forma muy directa. El primero que se intentó llevaba la firma de Ian Fleming. Consistía en utilizar uno de los bombarderos alemanes que habían sido capturados intactos. El avión despegaría tripulado por ingleses disfrazados de alemanes. En la confusión posterior a los bombardeos, se sumaría a un escuadrón que volviera a su base, simulando que se había perdido. Al cruzar el Canal, empezaría a lanzar humo y luego simularía un amerizaje forzoso. En cuando un barco de rescate alemán se acercara, los ingleses lo tomarían al asalto y lo conducirían a un puerto propio.

Aunque se realizó toda la preparación y algunos vuelos preliminares de entrenamiento, la misión nunca pudo culminarse. El problema era que Churchill en persona había ordenado durante el verano que todos los barcos de rescate fueran hundidos o ametrallados para que no pudieran operar. Los pilotos alemanes eran un arma de guerra y no tenía sentido dejar que los rescataran para tener que volver a derribarlos al día siguiente. Churchill había hecho siempre ostentación de caballerosidad militar, incluso con los indigenas sudaneses prisioneros que Kitchener tenía a gala pasar a cuchillo. Pero a su juicio, los pilotos alemanes, por muy desvalidos que estuvieran sobre el agua, si no podían ser hechos hechos prisioneros debían ser neutralizados por cualquier medio. La orden era matarlos incluso cuando colgaban indefensos del paracaídas. Así que el plan se tuvo que suspender.

El 20 de Octubre fue un día especialmente nefasto para los convoyes en el Atlántico Norte y dos de ellos fueron casi destruidos por sendas Manadas de Lobos. Birch escribió un largo memorándum donde explicaba la necesidad crucial de hacer capturas. El Almirantazgo, que acababa de suspender la preparación del plan de Fleming, contestó hoscamente que procurarían conseguirlas.

Birch envió también una nota a Travis protestando porque la Bomba se estaba usando para descifrar la Enigma convencional y especialmente la red Roja. No se conoce la respuesta de Travis, pero sí que consta que la asignación de tiempo a Twin y Turing para que probasen las palabras probables de Birch (que nunca funcionaban) no aumentó.

El mal tiempo y las deducciones sobre la posición de los submarinos obtenidas del estudio de los mensajes (indescifrables) que éstos enviaban, hicieron que la situación no empeorase más durante los dos meses que quedaban de 1940. Aunque el Almirantazgo seguía sin fiarse de Hinsley, sus suposiciones e inferencias salvaron a más de un convoy de terminar en el fondo del óceano.

 

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