Enigma 108

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Por Román Ceano

El secreto que no le contaban a Flowers pronto se hizo evidente para todo el mundo. En la campiña surgían de la nada extensos campamentos con carpas y tiendas recién estrenadas sobre los que ondeaba la bandera de las barras y estrellas. Los bosques cercanos ocultaban flamantes aviones, tanques y camiones con la estrella blanca, así como enormes pilas de suministros. El cambio de orientación en el ataque al imperio nazi se concretaba en aquella creciente acumulación en la isla. Era un secreto a voces que todos esos medios se utilizarían para asaltar la costa francesa, probablemente antes del verano.

Tal como había sucedido veinticinco años antes, decenas de miles de soldados estadounidenses estaban cruzando cada semana el Atlántico. Uno de los barcos veteranos en el cruce era el SS Aquitania. Lujoso paquebote antes de la guerra, había zigzagueado durante años entre los submarinos, pintado de gris. A principios de 1944 un grupo de veinte oficiales y suboficiales de la marina utilizó el Aquitania para alcanzar Gran Bretaña. En caso de que alguien les hubiera preguntado qué iban a hacer a Europa, debían contestar que eran instructores de colombofilia militar. Estaban al mando del capitán Bill Bundy, un estudiante de leyes en Harvard que había abandonado la carrera para alistarse. En realidad eran miembros del Círculo Amarillo, nombre con el que se conocía en la marina estadounidense a los que estaban en el secreto de los desciframientos de Enigma. Eran los primeros de un contingente destinado a instalarse en Bletchley Park...

Aunque la marina había sido la primera en enviar oficiales de enlace -como Joe Eachus en el verano de 1942- el ejército se adelantó a la hora de establecer personal permanente en Bletchley Park. La animadversión enfermiza entre las dos armas había hecho que el OP-20-G naval y el Cuerpo de Señales del ejército de tierra, mantuvieran cada uno su propio personal en Inglaterra. Ante la presión de los acontecimientos, ambos servicios habían sido obligados a poner fin a ese estado de cosas. La parte más alta de la cúpula militar forzó la operación secreta "Nuez de haya", que obligaba a ambos servicios a actuar conjuntamente. Así nació una unidad llamada Rama Especial, integrando a todos los uniformados estadounidenses en la isla que trabajaban en la intercepción y descifrado de Enigma. El compromiso era que la unidad formara parte de la estructura del Cuerpo de Señales pero que al mando estuviera Bundy, un oficial del OP-20-G. De esta manera se lograba una coordinación que impidiera a los ingleses maniobrar enfrentándolos entre ellos, pero cada servicio tenía pleno acceso a toda la información.

Además de recabar información operativa, la misión de la Rama Especial era aprender el know-how de los ingleses. Por ello se formaron tres destacamentos -el 6811, el 6812 y el 6813- que trabajarían en cada una de las tres disciplinas que posibilitaban la obtención del material Ultra. El primero de ellos se constituiría como una más de las numerosas estaciones de escucha ("Y"). El segundo montaría una de las granjas de Bombas localizadas lejos de Bletchley Park que recibían menús del Cobertizo 6. Estas granjas habían permitido aliviar el problema logístico que representaba la concentración masiva de personal en Bletchley Park que los bancos masivos de Bombas requerían.

Finalmente, los componentes del tercer destacamento se integrarían en Bletchley Park de forma individual para convivir con los criptonanalistas británicos. A diferencia de los otros dos destacamentos, que operaban como unidades exclusivamente americanas, Travis y Menzies habían preferido que cada componente del 6813 se integrara individualmente en Bletchley Park y trabajara como uno más. Esto visualizaba la política de apertura total hacia las organizaciones homólogas en EEUU pero también evitaba crear dentro de la mansión un cuerpo extraño disfuncional.

El destacamento 6811 se instaló en Hall Place, un enorme y ruinoso caserón en Blexley, en el condado de Kent. Traían equipamiento de primera clase -de hecho todas las radios utilizadas por los ingleses eran de fabricación americana- y lo instalaron con gran diligencia y profesionalidad. Desgraciadamente, los operadores empezaban de cero porque hasta entonces solo habían trabajado como encargados de las comunicaciones por radio de sus unidades. La escucha clandestina era una actividad que requería mucha práctica especializada que no podía transmitirse de los veteranos a los novatos. Con los auriculares puestos y sentados ante sus flamantes equipos, los soldados escudriñaban estupefactos el extraño paisaje sonoro. Hasta ese momento, siempre se habían concentrado en el primer plano, tratando de ignorar el ruido de fondo. Ahora que dedicaban horas a examinar este último, podían distinguir una enorme variedad de sonidos tanto de origen natural como humano, mezclados y entrelazados en una juliana infernal. Algunos eran muy curiosos y característicos como las tormentas lejanas o las voces distorsionadas de emisoras del otro lado del mundo. En medio de esa barahúnda debían buscar el fino cascabel de las estaciones germanas. Un reporte de actividad del 6811 afirma que era como tratar de "oir el llanto de un bebé en un estadio lleno de gente aullando y pateando". Para terminar de complicar las cosas, los alemanes habían empezado a emitir señales pantalla para obstruir la intercepción enemiga. Su extraña naturaleza la ilustra que las operadoras británicas decían que eran "discos de ópera girando al revés muy deprisa". El destacamento 6811 obtuvo una gran experiencia pero sus resultados operativos fueron pobres comparados con las hazañas de las operadoras de las estaciones Y británicas, que sabían localizar a cada uno de los emisores alemanes y transcribir el mensaje con una mano mientras con la otra seguían su deriva a través del Éter, manipulando suavemente la frecuencia y la ganancia.

El destacamento 6812 fue mucho más exitoso. Estaba formado por 150 soldados y 5 oficiales y se instaló en Eastcote, en el condado de Middlessex, en unas instalaciones de la RAF. La razón por la que el 6812 obtuvo muchos mejores resultados es que los procedimientos de operación de las granjas de Bombas estaban perfectamente establecidos. En ese momento funcionaban varios establecimientos lejos de Bletchley Park, en Wavendon Manor, Adstok, Gayhurst Manor, Stanmore y una en el propio Eastcote, en la misma instalación de la RAF pero sin contacto con los americanos. Para delegar el trabajo a estas unidades, se habían elaborado formularios estandar de trabajo, organizaciones de turnos y cursillos para cada puesto de trabajo. La propia implantación se había refinado con la experiencia. En cierto sentido, los destacamentos 6811 y 6812 estaban en la situación de un franquiciado de nuestros días, al que se le entregan todos los detalles del negocio y solo ha de poner los recursos. La diferencia es que a al 6812 se le entregó un método que no requería ninguna habilidad especial más que ser capaz de seguir meticulosamente una extraña e intrincada rutina en situaciones de fatiga y aburrimiento extremo. Los militares estadounidenses se lanzaron a la tarea con gran determinación y convirtieron su puesto en uno de los más fiables y productivos. Su observancia sistemática de todos los pasos y del papeleo asociado les granjeó la simpatía de los que estaban en el secreto. Harold Keen apreciaba mucho los informes diarios que redactaban los soldados y esa granja era su preferida para realizar tareas de mantenimiento.

Los soldados rasos que ocupaban el lugar de las Wren no tenían ni idea de lo que estaban haciendo. Su contacto era con una misteriosa Estación-X que a través del teletipo les enviaba los "menús", una especie de galimatías de letras. Una vez configuraban las Bombas con estos menús, lanzaban la prueba y finalmente tecleaban en el teletipo lo que escribía una máquina de escribir automática. Todo era misterioso y secreto, empezando por ese nombre tan sugerente: "Estación X". Entre los soldados corrían en voz baja hipótesis de lo más peregrino sobre qué era y dónde se encontraba. Quizás estaba en un castillo, en el fondo de una mina o en unas montañas lejanas, como la famosa guarida del Dr. Fu Manchú.

El destacamento 6813 tenía una naturaleza completamente diferente a los otros dos. Sus componentes eran la élite del Cuerpo de Señales y del OP-20-G, y en su mayoría eran brillantes universitarios. Cada uno se integró individualmente en Bletchley Park y eso representó un gran desafío personal. De pronto estaban trabajando en una operación de inteligencia ultrasecreta en un país extranjero y en compañía de personas que ya entonces eran leyendas.

El contingente del 6813, incluía gentilhombres como el propio Bundy que provenían de los ambientes de la Costa Este retratados antes de la guerra en las comedias elegantes de Cary Grant. Sin embargo también había personas de todos los rincones del extenso país, como Selmer Norland un profesor de alemán de Minesota, destinado a dejar un gran recuerdo en el Cobertizo 3 como hábil traductor al inglés de la espesa jerga militar prusiana.

Bundy debía comandar la Rama Especial que agrupaba los tres destacamentos y también el 6813, en el que él mismo trabajaría como uno más. Por ello las sedes de la Rama Especial y del 6813 se instalaron juntas, tan solo cuatro kilómetros al sur de Bletchley Park, en una zona semi rural llamada Little Brickhill. En uno más del aparentemente inacabable catalogo de caserones ingleses, se habilitaron despachos para los servicios administrativos centrales y alojamiento para un centenar de miembros del 6813.

Para los veteranos de Bletchley Park, los criptoanalistas estadounidenses parecían llegar de otro planeta. Estaba bien alimentados, bien vestidos (los oficiales navales disponían de 12 uniformes incluyendo varios de gala) y tenían un optimismo interior que los británicos habían perdido tras cuatro años de estrés, racionamiento y turnos interminables. Muchos en Bletchley Park solo habían visto americanos en las películas. Había una gran preocupación por la seguridad porque los modos extrovertidos y desenfadados se identificaban con informalidad e indiscreción.

Los recién llegados por su parte también traían prejuicios sobre los nativos. Esperaban encontrar gente fría, altiva y distante, con una obsesión por las diferencias sociales. El clasismo era una de las lacras victorianas más odiadas por los extranjeros pero afortunadamente en Bletchley Park no existía en absoluto. Era muy notorio como las estructuras jerárquicas no respetaban clases sociales ni rangos militares, pero tampoco edades o titulaciones académicas. El único criterio para elegir a los responsables de cada área había sido su capacidad individual. Para Bundy, el acceso súbito al extraño mundo de Bletchley Park -tan alejado de la idea que alguien podía tener de un servicio secreto británico- fue una sorpresa que reflejaba continuamente en sus reportes a Washington. Como universitario, le halagaba codearse con profesores de Oxford y Cambridge, muchos de los cuales eran autoridades en sus disciplinas. En esa época Harvard aún no tenía el prestigio mundial de que goza hoy en día y para uno de sus estudiantes, las dos universidades inglesas con su tradición medieval, tenían un aura mitológica.

El ambiente en la mansión y sus edificios anexos era extraño pero había dejado de ser estrafalario. Quedaban excéntricos de la vieja escuela pero la mecanización los había ido relegando a tareas concretas donde no eran tan llamativos. Por ejemplo, el rectangling con que se hallaba la configuración de las ruedas de Atún, requería las mismas habilidades que el rodding con que Knox había roto muchas claves de Enigma cuatro años atrás. Ahora sin embargo era solo una etapa más en un flujo de trabajo sistemático. Los éxitos obtenidos con el rectangling, eran la materia prima del paso siguiente, no un hallazgo para ser celebrado en el pub. El aumento exponencial de la plantilla y las divisiones organizativas creadas para proteger los diferentes secretos que albergaba Bletchley Park, habían eliminado el espíritu de familiaridad que había permitido a los pioneros deambular por el jardín rumiando con tazas de té vacías en la mano.

La asignación del personal del destacamento 6813 a las diferentes ramas de Bletchley Park permite trazar un preciso mapa de la organización del GCCS en la primavera de 1944. Los departamentos más numerosos eran el Cobertizo 6 y Sixta, que ocupaban respectivamente los bloques D y G. Tal como Travis había planeado, la interacción de ambos entre sí y con el departamento de procesamiento y archivo de tarjetas perforadas del Bloque C, permitía controlar al ejército alemán de una forma más eficiente que sus propios mandos.

No menos de 30 estadounidenses fueron asignados a las diferentes secciones del Cobertizo 6. Bundy y cuatro más trabajarían en la Sala de Guardia, el corazón del sistema que bombeaba los mensajes alemanes atendiendo a su importancia y urgencia; tres estaban en la Sala de Máquinas, donde se operaban los teletipos que enviaban y recibían mensajes a las granjas de Bombas; cinco en la Sala de Análisis sobre el Ejército; dos en la de Análisis sobre el Ejército del Aire; ocho en la Sala de Control, que coordinaba las escuchas de las estaciones Y; y más de quince en la Sección de Identificación, que compartía con Sixta el seguimiento de los indicadores. Los estadounidenses estimaban que ellos eran menos de un diez por ciento del personal del Cobertizo 6, lo que indica que como mínimo en esa época trabajaban en él trescientos criptoanalistas.

El segundo departamento en importancia era Sixta, cuyo funcionamiento interno se puede seguir en los informes remitidos a Washington por otro componente del destacamento 6813, el teniente Robert Nunn asignado a trabajar en ella junto con otros treinta americanos. Sixta no tenía el aura del Cobertizo 6 y trabajar en ella no daría nunca el prestigio legendario que otorgaba éste, pero a efectos operativos era igual de importante. La palabra "SIXTA" significaba (hut) SIX Trafic Annalisis y lo caracterizaba por tanto como una sección del Cobertizo 6. En realidad el análisis de tráfico tenía una larga tradición, sobre todo en la Marina y su subordinación o no con el criptoanalisis había sido objeto de muchas reflexiones y tensiones.

Varios departamentos lo habían practicado por separado al principio de la guerra, empezando por Bletchley Park. Como se recordará, Whelchman trabajaba en análisis de tráfico en el colegio Elmer cuando diseñó lo que después sería el Cobertizo 6. Tras muchos tira y afloja, todos los servicios de coordinación de estaciones Y se habían ido unificando en Beaumanor, que por ello había concentrado también el análisis de tráfico. Esta existencia independiente en Beaumanor, donde se habían desarrollados los procedimientos organizativos que la escucha a gran escala requería, había sido muy provechosa. A su regreso a Bletchley Park como SIXTA, el análisis de tráfico ya no era un apéndice de otras actividades sino que se aposentó junto al Cobertizo 6 en un plano de igualdad. La sinergia que creaban estas dos actividades era posible gracias al uso de archivos de tarjetas perforadas y de la correspondiente indexación masiva. El sistema de mensajería neumática daba un extraordinario dinamismo a todos los procesos. Al lector moderno le cuesta apreciar la sofisticación de esa forma de transmitir información, pero el direccionamientos de los tubos a través de la red es un antecedente claro de los modernos buses de datos y comportaba problemas lógicos de que hoy resultarían familiares.

La sección de Sixta en la que trabajaron la mayoría de americanos era la de lectura de los logs enviados por los operadores de las estaciones Y. Era también aquella en que trabajaba más personal y estaba dividida en subsecciones que trataban con las escuchas de las diferentes ramas del ejército alemán en los diferentes escenarios geográficos. Para que pudieran tener una visión detallada del trabajo, se procuró que hubiera siempre un estadounidense en cada subsección.

La sección llamada Partida de Búsqueda era la segunda más grande de Sixta y la que más interés tenían los estadounidenses en conocer. En ella se realizaban las dos tareas fundamentales del análisis de tráfico: la continuidad -que unía todos los logs pertenecientes a un mismo emisor- y la identificación -que asociaba la intercepción a una unidad enemiga concreta.

La Sala de Fusión había sido en Beaumanor la sección que centralizaba todas las tareas de forma análoga a como lo hacía la Sala de Guardia en el Cobertizo 6. La progresiva sistematización del trabajo hizo que sus tareas fueran asumidas por las dos secciones nombradas previamente. A principios de la primavera de 1944 la Sala de Fusión todavía retenía muchas funciones, especialmente la selección de prioridades y el contacto con los altos mandos del ejército. En ella trabajaron entre otros el teniente Nunn -en la subsección Frente Occidental- y el teniente Salsberg -en la subsección para el Mediterráneo.

La sección que más impresionaba a los visitantes ya desde los tiempos de Beaumanor era la de Búsqueda de Direcciones. Trabajando con grandes goniómetros formados por círculos de antenas, era posible determinar la dirección desde la que venía la emisión interceptada. Cruzando los datos de varias estaciones, se lograba situar el emisor y seguir sus movimientos en caso que los hiciera. Los mapas que cubrían sus paredes hacían que en la sala de Búsqueda de Direcciones la sensación visual de espiar fuera muy notoria.

Al igual que el Cobertizo 6, Sixta disponía de una Sala de Control para coordinar las escuchas y aconsejar horarios y frecuencias. Es probable que el Cobertizo 6 tuviera preferencia en caso de discrepancia, pero la existencia de la Sala de Control de Sixta ilustra el hecho de que ambos departamentos tenían un status similar. Finalmente, existía una sección de enlace para la coordinación con el Cobertizo 3, y una sección técnica.

El criptonalista estadounidense que tuvo que esforzarse más fue el Sargento George H Vergine, que fue destinado al Bloque F, donde se albergaban la Testería y la Newmanry, los dos departamentos que trabajaban sobre Atún. Por motivos administrativos seguían siendo dos departamentos diferentes pero en la práctica trabajaban juntos, lo cual creaba un nivel de complejidad que se añadía a todos los demás. Los que habían trabajado desde el principio en el desciframiento del teletipo alemán, habían visto crecer la intrincada estructura y habían visto también como se desarrollaban los procedimientos utilizados. Una persona expuesta de pronto a toda esa complicadísima realidad, no podía comprender nada y mucho menos ayudar.

Vergine tenía estudios universitarios de probabilidad y le habían dicho que con eso sería suficiente. Le fue entregado el llamado Libro Negro, que era una introducción escrita apresuradamente y nunca actualizada a los conceptos básicos de la jerga, a los procedimientos de operación y a la estructura organizativa. Cuando intentó leer este Libro Negro vio que no podía entender ni una palabra. Ni siquiera la parte probabilística era comprensible porque no se parecía en nada a la que sabía él. Además de ser probabilidad bayesiana ("inversa") -que apenas era un tema secundario en la mayoría de curriculos- la que se usaba en Bletchley Park era completamente original. Turing la había fundado desde cero y durante más de tres años, Good, Mitchie y el resto de matemáticos la habían desarrollado con el trabajo diario sobre el caso de real de los mensajes alemanes. Combinaba un enorme grado de abstracción y generalismo con infinidad de postulados ad-hoc, rastros de pensamiento lateral y sobreentendidos. En el prólogo había un aviso escrito por Turing en el que se indicaba que en el texto "se había sacrificado el rigor formal en aras de la claridad". Esto debía poner pelos de punta a los lectores, puesto que para un novato la única esperanza de comprensión es saber que el texto tiene rigor formal y por tanto no harán falta sobreentendidos de experto.

Vergine decidió estudiar los documentos reales del día a día a modo de práctica que le permitiera fundamentar la teoría. Tomaba un proceso individual -una etapa del flujo de trabajo- y estudiaba aplicaciones sucesivas de éste a diferentes mensajes. Así logró familiarizarse con muchos conceptos, como por ejemplo los decibanes, la forma de calcularlos y la forma de utilizarlos para tomar decisiones. El problema era que cuando seguía el detalle de un procedimiento aplicado a un mensaje, la mayor parte de decisiones tomadas por los criptonalistas le resultaban absurdas, tal como los amateurs se rascan la cabeza cuando leen jugadas de grandes maestros de ajedrez. El acceso al primer nivel de conocimiento enseñó a Vergine la vastedad de su ignorancia.

Apenas se atrevía a preguntar para no molestar a aquellas personas tan atareadas que realizaban turnos larguísimos sin poder terminar su tarea. Tras unas semanas de sufrir en silencio, confesó a Newman que no entendía el libro. En la más pura tradición de Bletchley Park, éste le contestó que no se preocupara porque la mitad de las explicaciones que contenía habían quedado obsoletas. Siguiendo también esa tradición le dijo que él mismo en solo una hora de cursillo le enseñaría todo lo que hacía falta saber, tal como Knox había hecho con Turing y Mavis Beaver. El cursillo resultó extremadamente indigesto y el alumno solo hizo que hundirse más en la perplejidad. En este punto Newman rompió la tradición de Bletchley Park y en lugar de tachar para siempre a Vergine de la lista de personas con las que merecía la pena hablar, se disculpó. Le dijo que a la vez que él se había incorporado un civil británico, y que estaba sumido en un marasmo intelectual similar. Finalmente Vergine logró incorporarse a su puesto de trabajo, no sin seguir pasando malos tragos cuando alguien le daba una orden de la que no comprendía el significado. A partir de entonces se estableció para los recién llegados un cursillo intensivo y sistemático de varias semanas seguido de dos meses completos de prácticas asistidas.

Bundy sacó rápidas conclusiones de lo que le contaba Vergine sobre sus problemas. El Bloque F era mucho más valioso que el Cobertizo 6. Enigma era un sistema lento y obsoleto que no sobreviviría a la guerra. El cifrado XOR de teletipo dominaría el paisaje futuro de las comunicaciones secretas. Era una tecnología clave y era deber del 6813 aprehenderla en toda su plenitud. Bundy envió al Bloque F a su mejor hombre, el teniente Arthur J Levenson que al principio había enviado al Cobertizo 6. Levenson era un matemático profesional con amplísimos conocimientos de lingüística aplicada al criptoanálisis. Siguió el mismo camino que Vergine pero gracias a su mejor preparación y a no ser el primero, tuvo mucho más éxito. Su carácter afable y su extraordinaria inteligencia le granjearon rápidamente un status entre los veteranos birtánicos. A pesar del esfuerzo de Bundy, al final de la guerra tan solo cuatro estadounidenses habían lograron integrarse completamente en el Bloque F.

Uno de los episodios más chuscos en la relación entre el Bloque F y la Rama Especial sucedió cuando el sargento Thomas Collins se presentó con seis enormes cajas de madera de pino. Por su silueta parecían ataúdes pero la longitud excedía cualquier medida humana. Collins había sido antes de la guerra el cartero de un pequeño pueblo rural y quizás por eso le habían dado la misión de escoltarlas todo el trabajoso camino desde Harlington Hall -en Washington DC- hasta Bletchley Park. Se trataba de un valioso regalo que pretendía mostrar tanto los avances estadounidenses en criptoanálisis mecanizado como la amistad de sus creadores hacia los verdugos del Geheimscreiber.

A los británicos enseguida les llamó la atención la madera de primera calidad, que no habían visto desde antes de la guerra. Durante las conversaciones con Collins sobre donde instalar el regalo, comentaron de pasada que el embalaje no podía quedarse allí. El sargento lo consideraba basura y no le dio más importancia por lo que a medida que se desempaquetaba, los miembros presentes de la Newmanry se repartieron secretamente los restos de las cajas.

Una vez montado, el regalo consistía en una máquina que realizaba el famoso peinado de claves que se había intentado manualmente en la "sala de sargentos". Los ingleses disponían de equipos parecidos fabricados en Dollis Hill pero los habían devuelto porque los criptoanalistas humanos eran más efectivos que la fuerza bruta. La máquina americana era un trasto horrible porque sus constructores no habían usado los relés de alta calidad que había visto Turing en su viaje, sino repuestos de centrales telefónicas de antes de la guerra. Eran unos relés extremadamente aparatosos y ruidosos, pensados para conmutaciones ocasionales. Al poner el equipo en marcha, las luces de la sala parpadearon y empezó a oírse una espantosa barahúnda de sonidos metálicos semi-rítmicos tan fuerte que no se podía hablar ni a gritos. Los británicos miraron al sargento pensando que algo iba mal, pero éste les devolvió la mirada con orgullo, y luego se quedó observando el cacharro con arrobo de padre mientras éste seguía produciendo un estruendo infernal. Los criptoanalistas presentes decidieron llamarlo Dragón, en un juego de palabras entre el verbo "drag" (utilizado para describir el arrastre de la clave sobre el criptotexto) y su notorio despliegue sónico, que sugería un monstruo destruyendo a coletazos una tienda de platos de hojalata.

Para no hacer desprecio del regalo, se alimentó al Dragón con casos en que el sistema manual había fracasado. En eso resultó de cierta utilidad por lo que se desempolvaron más y más mensajes atrasados que permanecían sin descifrar. Sin inmutarse por el jaleo, el sargento Collins permanecía a todas horas junto a la máquina armado con una Smith&Wesson de calibre 45 que incomodaba a todo el mundo, en un lugar en que nadie iba armado. Al final lo convencieron de que no iban a robar el Dragón y aceptó dejarla en su alojamiento, en la sede de la Rama Especial en Little Brickhill.

Una madrugada de la tercera semana, el Dragón dejó de funcionar. Cuando llegó el sargento Collins y lo vio en silencio, pidió ayuda a los mecánicos que daban mantenimiento al amplio parque de cacharros del Bloque F y a su gran estrella Colossus. Estos le dijeron que los relés estaban destrozados. Habían sido diseñados para unas pocas conmutaciones al día y habían estado tres semanas seguidas conmutando más de una vez por segundo. Todos estaban para tirar y algunos aún peor que eso. Como era una máquina americana, carecían de recambios y por tanto no la podían reparar. Quizás él pudiera contactar con los fabricantes para que le enviaran un cargamento masivo de relés. Era mejor que se asegurara un suministro regular porque los nuevos tampoco durarían mucho.

Curiosamente, se suscitó el problema de que los criptoanalistas de la Newmanry se habían acostumbrado a apoyarse en el Dragón y ahora lo echaban de menos. Se había descubierto que para los casos en que la configuración de ruedas tenía pocos pines activados, era más rápido que los métodos manuales. Pidieron a Dollis Hill que enviara las máquinas análogas que habían despreciado y las pusieron en operación. El chiste final fue cuando le mostraron a Collins varios ejemplares de la versión inglesa del Dragón. Tras un rato y viendo que no hacían ruido, el sargento preguntó porqué las tenían paradas. Le contestaron que habían estado en marcha todo el tiempo pero que no hacían tanto ruido como la suya.

Bundy no se limitó a colocar con astucia a su personal en los diferentes departamentos sino que se implicó personalmente en hacer que los recién llegados fueran aceptados como parte de la comunidad de Bletchley Park. Su calidez de trato y su educada ingenuidad, desarmaban cualquier rigidez británica. Su empatía le permitió entender cuál era el sentimiento que subyacía a las miradas esquivas, las respuestas cortas y los gestos distantes que recibían al principio los miembros de la delegación estadounidense. Bundy fue el primero en aprehender la idea de secreto que reinaba en Bletchley Park, con su división radical entre lo que estaba permitido nombrar y lo que era un estricto tabú. Esta distinción no resultaba fácil para personas que habían crecido en una sociedad mucho menos encorsetada que la británica. Para un isleño, la percepción de los temas de conversación convenientes en cada momento era una habilidad social adquirida desde la infancia. Sobre esa base tan firme se había construido la compulsión que protegía la fuente Ultra.

No se trataba de guardar secretos frente a personas ajenas a la operación, sino de no revelar nada, por trivial que pareciera, al compañero de trabajo de la siguiente mesa. Era una tensión dolorosa que obligaba a la mente a filtrar cada palabra incluso en la conversación más inocente. Para muchos de los que trabajaban en Bletchley Park, el respeto religioso por el secreto era una forma de sublimar la culpa por estar haciendo la guerra sin exponerse al riesgo de muerte o mutilación. Por duros que fueran los turnos y por muchas carencias que impusiera la retaguardia, no podía compararse con el servicio activo. A principios de 1944, las terribles carnicerías en Italia -como las sucedidas durante las ofensivas suicidas en Montecassino- seguían recordando a todos que su silencio era un deber para con los que nunca volverían.

Una de las maneras de caer simpáticos que utilizaban los estadounidenses era rellenar los azucareros en las diferentes salas. Los suministros de la marina americana con que debía subsistir el 6813 se le entregaban en cantidades pensadas para abastecer barcos. Por ello siempre tenían un enorme exceso de todos los productos que repartían liberalmente. Muchas personas en Bletchley Park, especialmente matronas escocesas, hacían un caso de tomar el té sin azúcar como muestra de patriotismo. La abundancia creada por la liberalidad de la marina estadounidense, era muy bien recibida.

Muy pronto se forjaron amistades personales y desapareció la sensación de extrañeza mutua. Los estadounidenses empezaron también a compartir los momentos de ocio, aportando algunos nuevos elementos a la vida social. Uno que resultó muy atractivo a Turing fue el juego Go. Como se recordará, éste estaba algo frustrado por sus derrotas, primero en ajedrez y luego en backgamon. En Princenton había aprendido Go y creyó que era su oportunidad de vengarse. Para desesperación de Turing, muy pronto estaba recibiendo tremendas palizas de Go. Es probable que ese juego viviera en Bletchley Park algunas de sus partidas más memorables cuando Alexander y los demás miembros del equipo inglés de ajedrez empezaron a competir seriamente entre sí.

Una aportación estadounidense a la vida social de Bletchley Park más controvertida que el Go fue el consumo de bebidas alcohólicas de alta graduación. Los británicos bebían sobre todo cerveza y siguiendo unos patrones muy establecidos. Los estadounidenses en cambio, bebían whisky en grandes cantidades a todas horas y no hacían ascos a ninguna bebida por fuerte que fuera, especialmente ron y Drambuie. Cualquier ocasión era buena para sacar la petaca o el botellín. La sobremesa solía ser el momento para olvidar cualquier prudencia. Los invitados británicos a cenar al hotel Hunt de Leighton Buzzard -donde se hospedaban algunos oficiales estadounidenses del 6813- tenían que evitar seguir el ritmo porque si no el regreso en bici a sus propios alojamientos podía resultar zigzagueante y azaroso.

 

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