Enigma 106

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Por Román Ceano

La derrota de los alemanes en Kursk había mostrado que Alemania no solo iba a perder la guerra sino que la perdería en pocos meses. Para los italianos, tener a los ejércitos aliados al otro lado del estrecho de Messina fue la gota que colmó el vaso. En un rápido golpe incruento, Mussolini fue derrocado y detenido. Churchill estaba exultante ya que había previsto que eso pasaría. Formaba parte de su Gran Plan de conquistar Italia, pasar a Yugoslavia y desde allí al valle del Danubio para apoderarse de Centroeuropa antes de que lo hicieran los rusos.

El nuevo gobierno italiano quería poner fin a la participación de su país en la guerra y negoció un armisticio con los aliados que fue firmado el 3 de Septiembre. Este armisticio contenía unas cláusulas secretas por las que algunos puertos del sur -incluyendo la gran base naval de Tarento- quedaban abiertos para el desembarco de tropas angloamericanas. Eisenhower y su estado mayor planearon una doble invasión de la península italiana. Tropas canadienses y británicas al mando de Montgomery utilizarían esos puertos, mientras que una fuerza angloamericana pero dirigida por un general estadounidense desembarcaría por la fuerza mucho más al norte, en Salerno. Las fuerzas del Eje o bien dividirían su fuerza o bien darían prioridad a la defensa de Salerno y serían atacadas por Montgomery desde la retaguardia...

El día 9, poco antes de que los barcos ingleses entraran en el puerto de Tarento, los alemanes desencadenaron una gran operación en la que desarmaron al ejército italiano aplastando cualquier oposición. Tras el golpe de mano, Italia se convirtió en un país ocupado. Aunque los alemanes ya no contaban con el ejército italiano, seguían en posesión de la península con lo que el Gran Plan de Churchill retrocedía un paso. Él había dicho públicamente que al perder a Italia como aliado, los alemanes se retirarían hacia el norte, quizás tan al norte como los Alpes. Incluso una retirada a los Apeninos centrales habría permitido el cruce del Adriático en la zona de la costa croata.

El plan de Eisenhower del doble avance fracasó porque Montgomery se movió tan despacio que cuando llegó a Salerno la batalla ya estaba decidida. Las fuerzas desembarcadas tuvieron que derrotar en solitario a los alemanes. Por suerte para la armonía entre los aliados, Patton había sido suspendido tras abofetear a unos soldados diagnosticados con fatiga de combate durante una visita a un hospital de campaña. Esto hizo que las quejas por la lentitud del avance no se realizaran en público y articuladas como críticas al exceso de prudencia británico. Aunque en Salerno había británicos, estos se encontraban adscritos al Quinto Ejército Estadounidense por lo que sus padecimientos fueron considerados americanos. En la fuerza de Montgomery había canadienses que compartieron con él las acusaciones de poca diligencia.

La batalla por Salerno había sido terrible y estuvo muy cerca de convertirse en una sonora derrota. El desembarco encontró mucha más oposición de la esperada, no solo por la no comparecencia de Montgomery sino también por el optimismo de los planificadores. Si logró consolidarse contra todo pronóstico fue gracias al apoyo táctico de los enormes cañones navales, que disparaban en visión directa. Setenta y dos horas de crueles combates permitieron crear una cabeza de puente. Transcurrido ese tiempo, llegó el contrataque alemán en forma de una feroz embestida de la 16 Division Panzer. Pareció que toda la posición aliada se derrumbaba pero nuevamente la artillería naval salvó a la fuerza de desembarco. Poco a poco, la artillería convencional desembarcada y el apoyo aéreo fueron rompiendo el empate a favor de los aliados. Tras tres días de atroz batalla de desgaste contra los carros blindados germanos, el frente se fue calmando. Súbitamente, los alemanes se retiraron a una línea defensiva preparada de antemano y allí esperaron que su enemigo hiciera el siguiente movimiento.

Los asesores militares de Roosevelt y la mayor parte de los generales estadounidenses estaban en contra del Gran Plan de Churchill. La estrechez de la península italiana y su abrupta orografía creaban un escenario ideal para la defensa. Conquistarla metro a metro requeriría las vidas de cientos de miles de soldados. Lo peor era que una vez se completara no se tendría nada. Para llegar a Centroeuropa faltaría cruzar Yugoslavia con un terreno parecido o peor. Los rusos llegarían sin duda al Danubio mucho antes que los aliados. Además, solo Churchill quería ir a Centroeuropa. Los estadounidenses querían ir a Berlín para poner fin a la guerra.

Todas estas consideraciones no se basaban en especulaciones sobre las intenciones germanas. La línea de teletipo Brema entre Roma y Berlín estaba siendo descifrada por BP y el alto mando aliado tenía una idea muy exacta no solo de la posición y capacidad de combate de cada unidad enemiga, sino también de las reflexiones estratégicas del alto mando alemán. El descifrado de Atún había permitido un salto cualitativo en la calidad de la información de la fuente Ultra. Aunque a veces las redes cifradas con Enigma llevaban mensajes importante, la mayor parte contenía información divisional. Los mensajes del teletipo en cambio, contenían el orden de batalla completo a nivel de grupo de ejército, y aún más importante, permitían leer de primera mano los debates estratégicos entre los máximos responsables sobre el terreno, el Alto Mando alemán y el propio Hitler.

Antes y después de Salerno, los mensajes de Kesselring a Hitler y las respuestas de éste mostraban una rara armonía de intenciones. Tanto ellos como todos los oficiales y planificadores alemanes estaban de acuerdo en que lo mejor era retirarse lentamente hacia el norte, haciendo pagar a los aliados un precio horrísono por cada valle y colina. Sucesivas líneas de defensa estaban siendo cuidadosamente preparadas junto con un detallado plan para retirarse de una a otra, cada vez que fuera conveniente. La estrechez de la península y su accidentado relieve garantizaban que escogiendo con cuidado las posiciones defensivas, no debían temer flanqueos ni ataques frontales. Con pocos soldados confiaban en causar un enorme daño a los aliados y hacer su avance tan lento que resultara irrelevante para el resultado de la guerra.

La información proporcionada por Ultra y en concreto por el masivo descifrado de Brema, terminó de inclinar la balanza. Los militares estadounidenses convencieron a Roosevelt que el camino razonable hacia Berlín no pasaba por Yugoslavia y el valle del Danubio. Un asalto a la costa atlántica francesa desde las islas británicas era mucho más razonable. La geografía permitiría una logística mucho más sencilla para enviar recursos desde EEUU y la gran llanura europea sería un terreno más propicio para imponer la superioridad material que la gigantesca industria americana estaba produciendo. Aunque costaría muchos meses reorientar el dispositivo militar para centrar los esfuerzos en un desembarco en Francia, valdría la pena porque la guerra de desgaste en los Apeninos solo convenía a los alemanes, tal como Ultra demostraba.

BP había recorrido un largo camino desde los tiempos en que a Hinsley le colgaba el teléfono cualquier teniente del Almirantazgo. Ahora los informes Ultra eran la base tanto para la reflexión estratégica al más alto nivel como para el planeamiento táctico de las operaciones. Su credibilidad era absoluta y eso creaba también una gran responsabilidad.

La Newmanry y la Testery no estaban contentas con su propio trabajo. Los operadores de la línea Brema solían intercambiar informes sobre el número de mensajes que habían sido enviados en cada dirección por semana. Gracias al descifrado de estos informes los ingleses sabían que a pesar del incalculable valor de la información interceptada, apenas representaba un 20% del tráfico total de la línea.

La intercepción recibiría pronto un gran impulso con la construcción de nuevas antenas, una vez la técnica para construirlas se había depurado lo suficiente como para ser industrializada. En cambio el descifrado no tenía unas perspectivas nada halagüeñas.

El prototipo original de la máquina Robinson fue desmantelado en septiembre de 1943 porque se caía a pedazos tras varios meses de operación intensiva. Sus piezas móviles estaban desgastadas y ya no podían cambiarse más veces porque los puntos de sujección estaban también completamente desgastados. Habían llegado dos nuevas y los planes eran fabricar una Robinson por mes. Esto no resultaba satisfactorio porque la operación era tan lenta y penosa que esas cantidades resultaban insuficientes.

Algunos defectos del diseño se habían podido corregir o soslayar pero había uno en concreto que no tenía solución. Las dos tiras de papel debían moverse de manera sincronizada para que se pudieran sumar los valores de cada carácter. Si se utilizaba la técnica de rodillos que hacía que la fuerza se repartiera por todo el ancho del papel, era imposible mantener la sincronización. Si se utilizaban engranajes que hicieran tracción discreta (digital) sobre los agujeros de los lados, las cintas se rompían muy a menudo. En este contexto, los planes de crear máquinas Super-Robinson que manejaran muchas tiras a la vez no causaban ningún entusiasmo, especialmente en las operadoras. La velocidad de dos mil caracteres que se había fijado como estándar era en realidad un tope absoluto alcanzable solo con gran habilidad y cuidado. La inexactitud de la Robinson quedaba ilustrado por el hecho de que la misma prueba daba un resultado ligeramente diferente cada vez, obligando a repetir muchas de ellas para buscar la cima de la campana de Gauss.

Esta precariedad material había favorecido un extraordinario desarrollo de las técnicas estadísticas sobre la base teórica establecida por Turing. Los perfiles en decibanes de cada tipo de mensaje eran conocidos a la perfección y era posible dar un tratamiento diferenciado a cada mensaje. Por ejemplo en Brema, los mensajes hacia Berín eran comparados con un patrón diferente que los que seguían el sentido inverso. También se había desarrollado extraordinariamente la comprensión de las convenciones utilizadas en los mensajes que eran diferentes según la rama del ejército que hiciera uso del servicio.

Muy pocas personas sabían que tras entregar su parte de la Robinson, Flowers por empeño propiom no se había retirado de la operación. De alguna forma había logrado convencer a sus superiores de Dollis Hill de que la Robinson era un callejón sin salida y que la aversión a las válvulas era un manía suicida. Los directores del centro tenían sobre Whelchman y los demás altos jefes de BP, la experiencia de haber visto centralitas telefónicas experimentales hechas con válvulas por el mismo Flowers. Le dieron carta blanca para anticipar el fracaso de la Robinson construyendo un aparato enteramente electrónico.

Durante ocho meses, Tommy Flowers -le gustaba ser llamado Tom pero la gente insistía con el Tommy- trabajó hasta más allá de la extenuación con un equipo de cincuenta científicos e ingenieros expertos en todas las disciplinas relacionadas con la circuitería eléctrica. Tomando como base su proyecto alternativo a la Robinson -que había sido rechazado contundentemente por Whelchman- de una máquina de 1500 válvulas, diseñaron uno por uno todos los módulos necesarios, los construyeron y los interconectaron en un gigantesco trasto cuyo núcleo ocupaba dos racks de 42 unidades y con periféricos que llenaban otra habitación entera. Una fábrica en Birmingham que dependía del Post Office manufacturó las piezas que no podían ser adquiridas y se dice que el propio Flowers pagó de su bolsillo componentes para ahorrar tiempo y no tener que discutir con sus jefes.

Este proyecto fue secreto después de la guerra mucho más tiempo que el de las Bombas para Enigma porque el descifrado del teletipo con código Baudot es fácilmente extensible a descifrar sistemas binarios basados en XOR. Este secretismo que duró para algunos documentos hasta 2004, hace difícil conocer los detalles cronológicos de la implementación de la máquina de Flowers. No es seguro cuándo y qué supieron Travis o Whelchman sobre las actividades de Flowers. Parece probado que en Noviembre, cuando las limitaciones intrínsecas e insolubles de la Robinson se hicieron evidentes hasta para sus partidarios más entusiastas, BP fue informado formalmente de que el prototipo estaba casi listo y que se ponía a su disposición.

El 8 de Diciembre una delegación de BP visitó Dollis Hill para ver con sus propios ojos qué había hecho Flowers. El talante de los evaluadores no era bueno porque recordemos que las relaciones con Flowers habían sido muy tensas y se esperaba bien poco de un engendro de miles de válvulas. La noche anterior varios ingenieros no durmieron tratando de solucionar un extraño acoplamiento que hacía subir progresivamente el voltaje de uno de los módulos hasta que se quemaban las válvulas. Se había localizado al realizar pruebas largas y para controlarlo hubo que soldar media docena de reostatos en lugares estratégicos.

La primera sorpresa de la delegación de BP al entrar en los laboratorios de Dollis Hill fue comprobar la escala de los trabajos desarrollados. No solo el aparato era gigantesco sino que había dedicada a él una enorme multitud de ingenieros y científicos (algunos probablemente con cara de haber dormido poco las semanas anteriores). La máquina resultaba una visión insólita con sus filas de luces y su somier tipo Robinson pero con una sola tira de papel que recorría un sinfín de rodillos y tensores de aspecto muy robusto. Al funcionar hacía ruidos extraños, más fuertes que los de las Robinson y menos rítmicos que los de las Bombas.

No sabemos quién estaba en la delegación pero por el talante parece que Whelchman no debía andar lejos. Sin dejarse impresionar por lo que veían y sin un atisbo de empatía, le comunicaron a Flowers que habían traído un mensaje del que conocían la clave. Le daría el orden de las ruedas y el tenía cuatro horas para averiguar la posición inicial. Ésa sería la prueba y si la pasaba seguirían con el estudio de su aparato.

Flowers no se inmutó, programó la máquina y la puso en marcha. En las siguientes cuatro horas, encontró cuatro veces la posición inicial de las ruedas. La particularidad era que la Robinson nunca daba dos veces la misma solución, mientras que el monstruoso trasto de Flowers había dado el mismo resultado nada menos que cuatro veces seguidas.

Poco después de la prueba, se caracterizó un cambio en los procedimientos alemanes que dificultaba un poco más el criptoanálisis. El margen de error para todos los procedimientos se reducía y los métodos manuales quedaban prácticamente descartados. La oleada de preocupación que barrió sigilosamente los bloques y barracones venía acompañada por una inesperada noticia: Flowers había construido una super-máquina que sustituiría a la Robinson.

Al principio se la llamaba "la máquina de Flowers", pero luego el nombre se cambió a otro que conservando un punto de chanza, incorporaba el sentimiento que causaban su aspecto y sus portentosas prestaciones. En varios memorandums -secretos hasta 2004 y sacados a la luz por Paul Gannon- se puede leer el nombre clave por primera vez. Uno de ellos resume en pocas palabras el sentimiento que invadió la Newmanry: "Colossus llegará en Enero".

La navidades de 1943 fueran las primeras auténticamente felices en BP. Los recuerdos de las navidades anteriores -las de 1940 con Inglaterra aislada y bajo el bombardeo intensivo de la Lutwaffe; las de 1941 con los japoneses a las puertas de Singapur; o las del año anterior con las desastrosas pérdidas de convoyes en el Atlántico sobre la mesa- daban por contraste a las presentes un ambiente ligero y optimista.

Como se recordará, Frank Birch de la Sección Naval había sido antes de la guerra un actor de comedia de cierto éxito. Junto con otros actores más o menos aficionados, había creado dentro de BP un grupo de teatro al que se apuntaron muchos criptoanalistas y Wrens. El entusiasmo de todos y el ingenio de los guiones -ingenio era algo que en BP nunca faltaba- convirtió las representaciones navideñas en tumultuosas explosiones de carcajadas.

El propio Frank Birch organizó un gran banquete en la mansión para los veteranos, rememorando los tiempos de Sinclair y su cocinero del Savoy. Es probable que Travis o quizás incluso la oficina del Primer Ministro le ayudaran a proveerse. Primero hubo un aperitivo en el que se brindó por todo y especialmente a la salud de los miembros de la Sección Naval, verdugos de los temidos submarinos de Donitz. Cuando se abrió la puerta del comedor los invitados vieron extasiados una gran mesa en forma de T decorada lujosamente y sobre ella una abundante cantidad de cada uno de los manjares típicos de la navidad británica. Pavos, gansos y pollos asados en diferentes formas así como pastel de caza, quesos y una multitud de otros platos que muchos no habían visto desde 1939. Se sentaron radiantes y por un día pareció que la guerra y el racionamiento nunca hubieran existido.

Aunque en Italia continuaba la lucha feroz por cada colina, en el cuartel general aliado (SHAEF) ya nadie miraba los mapas de la península. Los ojos de los generales recorrían ahora la silueta cada vez más familiar de la costa norte de Francia y miraban golosos la llanura que se extiende desde ahí hasta Berlín.

 

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